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in Cuadernos de Historia
Reseña de libros
Abstract
Desde el retorno de la democracia, la historiografía social y política chilena descuidó la investigación del movimiento sindical agrupado en las centrales históricas. En este sentido, ha resultado evidente el olvido en que por décadas estuvo la Central Única de Trabajadores (CUT). Jorge Barría fue el primer historiador que estudió la trayectoria de este organismo, publicando su obra en los albores de 1970 1. Sin embargo, tal esfuerzo no tuvo legado. Aunque la central ha sido mencionada en múltiples estudios, ninguno de ellos ha tenido como objeto su investigación, lo que ha significado que se reproduzcan juicios de valor, entrampando su trayectoria en la crítica política; incluso, ha sido envuelta en un mito.
Al pensar en un balance historiográfico, se distinguen matices sobre diversas facetas de la Central Única, pero en términos generales, resulta notable que la aproximación hacia su historia ha transitado por dos grandes tendencias interpretativas: desde la autonomía y combatividad de sus orígenes bajo la presidencia de Clotario Blest (1953-1962), hasta la subordinación a la izquierda gradualista que culminó en la integración de la Unidad Popular2.
Tras cuatro décadas de descuido historiográfico, resulta imprescindible para el debate académico la publicación del libro del historiador Augusto Samaniego Unidad Sindical desde la Base. La Central Única de Trabajadores de Chile 1953-1973. En primer lugar, debemos destacar que en este trabajo se utilizan documentos inéditos de la CUT, lo cual es una contribución importante, pues parte de las fuentes para reconstruir la historia sindical se encuentra en el extranjero o no está disponible en los archivos del país.
En esta obra, se propone una interpretación que trata un aspecto clave: los vínculos entre la CUT y los proyectos de cambio global. Este eje articulador nos permite comprender desde una dimensión más realista la trayectoria de la central. También, representa una contribución para la discusión vigente en nuestra historiografía sobre lo social y lo político.
En la introducción, el autor reconoce que escribir sobre la historia de la CUT conlleva riesgos, pues deja entrever que un organismo tan complejo no puede conocerse del todo. Dar cuenta de esta dificultad es un gesto noble al presentar un trabajo historiográfico, ya que no se pretende imponer una verdad, sino que una interpretación sobre el movimiento sindical que busca insertarse en un diálogo con otras historias.
Desde el eje articulador de la propuesta, Augusto Samaniego busca demostrar que la trayectoria de la central estuvo marcada por la acción sindical con perspectiva política. La CUT en esta historia no es una organización sindical más que defendía las demandas corporativas del mundo del trabajo, sino que su lucha se orientó por el cambio global. Precisamente en la hipótesis reside la importancia de este estudio, pues nos permite comprender cómo la historia política de Chile también fue construida por los trabajadores organizados en una de las centrales sindicales más importantes del siglo XX.
Uno de los hilos conductores del libro es la reivindicación de la CUT como un organismo sindical que tenía un propósito fundamental: defender y desarrollar la unidad de los trabajadores. Se sostiene que bajo tal objetivo resguardó la diversidad de creencias, pues valoró el pluralismo del movimiento sindical. Desde este argumento, el autor sostiene que la central respetó las distintas ideologías y los acuerdos se generaron por consensos entre las tendencias prevalecientes en su interior, demostrando un funcionamiento democrático.
La estrategia por la unidad habría constituido una de las fortalezas de la central, pues agrupó las culturas que eran parte del mundo del trabajo, descubriendo sus intereses en común. Más aún, se plantea que la CUT, sin poner en riesgo la unidad sindical, optó por la política estratégica del cambio social. En síntesis, Samaniego sostiene que la defensa de la unidad sindical resultó exitosa en la década de 1960 y fue portadora del cambio estructural.
El autor, al destacar la capacidad unitaria de la central, no presenta resultados en base a comprobación empírica. De cierta forma, envuelve la historia sindical bajo el mito de la unidad de clase. Sin embargo, todo indica que la pluralidad ideológica no se ejerció en la CUT desde fines de la década de 1950 y que precisamente la lucha por un proyecto político no solo implicó tensiones, sino también exclusiones. La obra de Samaniego omite las luchas por la orientación de la central. No consideró las pugnas entre las distintas tendencias, tampoco, los graves problemas entre los sindicalistas militantes del Partido Demócrata Cristiano (PDC) y del Frente de Acción Popular (FRAP). En definitiva, omitió las dificultades y límites de la unidad real más allá del discurso ideal.
La historia de la CUT de Samaniego se orienta por una relectura del vínculo entre lo social y lo político. Sostiene que este organismo sindical no se formó por la astucia de los partidos, y sus objetivos políticos tampoco fueron impuestos por estos. Para el autor, los sindicalistas tenían sus propias ideas políticas, fruto de sus experiencias y luchas. Esta interpretación es una valoración de la autonomía sindical, que no constituye una novedad, pues existe consenso historiográfico sobre la independencia de la CUT y los límites que ejerció ante lo político en sus orígenes.
Cabe precisar que en este trabajo no se presentan resultados de investigación sobre la Central Única en la década de 1950. Es un período que es tratado con cierta superficialidad. Aunque se otorga una opinión diferente, se tiende a distorsionar la historia desde un juicio político. Samaniego crítica la conducción de Clotario Blest, destaca que durante su presidencia no hubo visión estratégica, pues el dilema era la huelga general definida o indefinida. Más aún, se deja entrever que responsabiliza a este dirigente de los fracasos de la CUT, también, que su conducción habría incidido en el estancamiento de la sindicalización.
Por otro lado, Samaniego dice que el sector radicalizado integrado por Blest rechazaba la participación de los sindicalistas de la Democracia Cristiana en la conducción de la central. Todo ello no obedece a un resultado de investigación, tampoco, da muestra de la compleja historia de la CUT en la década de 1950. De cierta forma, prolonga una mitificación.
Desde la preocupación por lo sindical en conexión con el cambio global, el autor valora la historia de la central desde el tercer congreso nacional de 1962, en que ésta adhiere al proyecto de cambio estructural. Esta idea adquiere mayor profundidad desde la trayectoria de la central en relación con el Estado; sin embargo, no se realizó una investigación de lo sindical en vínculo con los partidos políticos. En este trabajo no se resuelve cuál fue la historia de la CUT con la izquierda. Solo se termina por reconocer la identificación de la central con el programa de la Unidad Popular hacia 1969-1970. En el fondo, no se soluciona una problemática clave: ¿cómo derivó la CUT de la autonomía fundacional a la adhesión del cambio global impulsado desde la izquierda gradualista?
Al considerar el conjunto de la obra, la historia de la Central Única durante la Unidad Popular es el período histórico que representa un mayor aporte para el debate académico. Más allá del relato de la lucha sindical por un ideal, el autor reconoce la crisis por la cual atravesó la central ante la emergencia de los Cordones Industriales. Por otro lado, analiza los límites que enfrentó al perder su autonomía por transformarse en incondicional del gobierno. Augusto Samaniego, mediante una lectura crítica, reconoce que durante la presidencia de Salvador Allende primó la politización partidista en desmedro de la autonomía relativa de los movimientos sociales. Más aún, que la central, al identificar su estrategia con la Unidad Popular, perjudicó la unidad, pues no resguardó su política por la pluralidad.
El autor formula una reflexión interesante para repensar la relación entre sindicalismo y partidos políticos, ilustrado con un inédito documento que incluyó en la conclusión de su obra. Nos referimos al discurso que Luis Figueroa (presidente CUT, 1965-1973) pronunció durante su exilio. El dirigente sindical, tras la experiencia de la Unidad Popular, planteó el límite con lo político, reivindicando la autonomía y rechazando la imposición de los partidos en la orientación de la central. De este modo, el autor concluye el libro dando a conocer el pensamiento de uno de los dirigentes sindicales más importantes de la época, también, uno de los grandes olvidados. Por último, la lección post 1973 de Samaniego, fue la siguiente: lo sindical no debe ser una correa de transmisión de los partidos, pues lo ideal es la autonomía relativa.
Finalmente, a modo de balance, el libro ofrece una interpretación que constituye un aporte para conocer la trayectoria de la central. Nos invita a pensar esta historia mediante un análisis de sus fortalezas y debilidades, también establece cuáles fueron sus propósitos: la lucha por la unidad y por el cambio de sociedad. Un mérito de la obra es que nos recuerda el trascendente rol que durante dos décadas ejerció la Central Única. Sin embargo, esta historia presenta confusiones, incluso, mitificaciones. Más aún, al ser trazada desde la autonomía hasta la identificación con la Unidad Popular, prolonga el consenso historiográfico, formando parte de una interpretación tradicional sobre la conexión entre lo sindical y lo político. Por todo ello, es necesario continuar discutiendo e investigando sobre la trayectoria de la CUT, para llegar más allá del conocimiento establecido, en honor a la memoria histórica sindical.
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Author
Gilda Paola Orellana Valenzuela
Universidad de Chile. Chile, Chile