in Cuadernos de Historia
Un “asunto de estado” la implicación española en la democratización de Chile durante la segunda legislatura de Felipe González (1986-1988)
Resumen:
Entre 1986 y 1988, España se encontraba en la segunda legislatura del socialista Felipe González, mientras Chile vivía los años finales de la dictadura de Pinochet. A causa de los lazos culturales y de las experiencias históricas semejantes vividas por ambos países, la opinión pública española, el gobierno, los partidos políticos y las ONG’s eran muy sensibles al tema chileno, así que desde España partiría una gran corriente de solidaridad con la oposición democrática chilena, que se tradujo en numerosos proyectos de cooperación. Esta implicación en la democratización del país fue especialmente intensa durante el plebiscito nacional de octubre de 1988, que atrajo a numerosos observadores españoles de todos los partidos y fue vivido por el gobierno de González como todo un “asunto de estado”.
Introducción
Debido a los obvios lazos culturales entre los dos países y a las similares experiencias históricas vividas en el último siglo, las relaciones hispano-chilenas durante el siglo XX han sido profusamente estudiadas, sobre todo las relativas a los períodos que coinciden con la guerra civil y la dictadura franquista en España y el régimen pinochetista en Chile, desde los ya clásicos de Carlos Huneeus 1 , Juan José Linz 2 y O’Donnell, Schmitter y Whitehead 3 , hasta los de María José Henríquez 4 , Isabel Jara 5 , Carlos Waisman 6 , Encarnación Lemus 7 , Marcelo Lasagna 8 y Álvaro Soto Carmona 9 . Dentro de este campo de estudios, desde hace unos años están empezando a publicarse interesantes trabajos sobre lo que supuso la implicación española en la democratización de Chile, desde la llegada de la democracia a la propia España en 1977 hasta el plebiscito chileno de 1988, como los de Patricio Ruiz Godoy 10 , Cristián Garay 11 , Cristina Luz García Gutiérrez 12 , Héctor Opazo 13 , entre otros.
La década de 1980 supuso para España la consolidación de la democracia, tras el exitoso proceso de transición vivido tras la muerte de Franco en 1975, y la tan largamente ansiada integración en Europa, simbolizada por la entrada en la Comunidad Económica Europea (CEE) el 1 de enero de 1986. Para Chile supuso el final de la dictadura militar, la que, tras los graves efectos sociales producidos por la crisis económica de 1982, estaba encontrando una creciente oposición popular que hacía cada vez más difícil su continuidad.
La llegada al poder en España del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) tras las elecciones generales de 1982 provocó un enrarecimiento de las relaciones diplomáticas con Chile, pues el nuevo gobierno español trató de aislar internacionalmente al régimen militar y comenzó a apoyar decididamente a la oposición democrática chilena. De esta forma, mientras ningún cargo del régimen pinochetista fue recibido en España de manera oficial, ni viceversa, a las figuras de la oposición no había problema en admitirlas al más alto nivel en el Palacio de La Moncloa, en lo que se podría considerar una suerte de “diplomacia opositora” 14 .
Autores como Whitehead 15 han señalado que en las democracias modernas existen dos diplomacias “paralelas”: por un lado, las relaciones institucionales protagonizadas por los gobiernos y, por otro, las relaciones entre las sociedades civiles de los distintos países, cada una con sus propias herramientas. De esta forma, mientras las relaciones diplomáticas oficiales alcanzaban el punto más bajo, los contactos entre las sociedades civiles española y chilena crecían exponencialmente.
Era evidente que la situación de Chile era un tema sensible para la opinión pública española, por los mencionados vínculos culturales y las experiencias comunes vividas en las últimas décadas, marcadas por los golpes de estado, las dictaduras y la represión política. Los medios de comunicación españoles informaban profusamente sobre lo que sucedía en el país, y desde la recuperación de la democracia, partidos políticos, sindicatos, ONG’s y otros grupos de la sociedad civil protagonizaron una intensa corriente de solidaridad hacia los demócratas chilenos.
En 1986 el régimen pinochetista, aunque no cayó en las jornadas de lucha convocadas por la oposición, sí apareció completamente aislado internacionalmente, por lo que su posición era ya insostenible y el inicio de un proceso de transición a la democracia, inevitable. Además, la falta de efectividad de las estrategias rupturistas practicadas hasta entonces por los partidos opositores obligaría a todos a recalibrar sus estrategias, abriéndose paso la idea de una transición negociada. Por ello, el esfuerzo del gobierno, los partidos y la sociedad civil española, que en los años anteriores se centró en la denuncia de las violaciones de los derechos humanos por parte del régimen, la ayuda a partidos y grupos disidentes y la solidaridad con los represaliados y sus familias, a partir de 1986 se desplazará a la preparación de la inminente transición, para lo cual tanto el régimen como los partidos de la oposición estaban tomando posiciones. Esta situación eclosionó en octubre de 1988, cuando se celebró en Chile el plebiscito nacional, en el que tanto el gobierno como la sociedad española se implicarían al máximo y que, con el triunfo del “No”, abriría una nueva etapa en la historia de Chile y en las relaciones entre los dos países.
En el presente artículo vamos a explorar, precisamente, las relaciones hispanochilenas durante el período 1986-1988, que coinciden en España con la segunda legislatura del socialista Felipe González al frente del gobierno, y en Chile con el camino al plebiscito. Estudiaremos las relaciones diplomáticas “oficiales”, pero, sobre todo, los vínculos a nivel de sociedad civil, que han sido mucho menos estudiados que las primeras, aunque poseen gran variedad y riqueza, y pueden, llegado el caso, influir, incluso, reorientar las relaciones diplomáticas entre los países. Para ello nos serviremos de la bibliografía publicada, tanto monografías como memorias personales de los protagonistas de los hechos, así como de fuentes primarias. Consultaremos la prensa española, como los diarios El País, ABC y La Vanguardia, y chilena, como El Mercurio y la revista Apsi. En cuanto a las fuentes archivísticas, nos serán de gran ayuda los fondos conservados en el Archivo de la Fundación Pablo Iglesias. En este organismo, vinculado al PSOE, se encuentra depositada la documentación proveniente de la Secretaría de Relaciones Internacionales del partido, fundamental para entender la política de los gobiernos socialistas hacia Chile durante los años ochenta, y, entre ella, se encuentra correspondencia con miembros de la oposición chilena, convocatorias, proyectos de cooperación, etc. También se conservan informes sobre la situación interna chilena que suponen un interesante aporte al conocimiento de la situación del país durante los años de la Junta Militar.
Exportando democracia
En la segunda mitad de la década de 1980 España vivía un buen momento. Los intentos involucionistas, el más grave de los cuales había sido el conato golpista del 23 de febrero de 1981, parecían haber quedado definitivamente atrás y a pesar de la amenaza terrorista de Euskadi Ta Askatasuna (ETA), a la altura de 1986 la democracia española parecía haberse consolidado definitivamente. Tras la desaparición de la censura franquista, el país había vivido una importante explosión cultural, y la economía, a pesar de ciertos desajustes, encarriló la senda del crecimiento. El 1 de enero de ese año el país se había incorporado a la Comunidad Económica Europea (CEE) y comenzaría a beneficiarse de importantes fondos de cohesión que serán determinantes para modernizar sus infraestructuras. Estos éxitos subieron considerablemente la autoestima nacional, permitiendo a España desprenderse de ciertos complejos del pasado y mostrarse al mundo como una nación moderna 16 .
En la última parte de su primera legislatura (1982-1986), el gobierno del PSOE y su presidente Felipe González habían atravesado por varios momentos difíciles, por ejemplo, el rechazo en la calle a sus planes de reconversión industrial, sumado a las multitudinarias movilizaciones contra el ingreso de España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Sin embargo, a lo largo de 1986 González había superado dos importantes obstáculos: en marzo había vencido el “Sí” en el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN y en junio, a pesar de perder más de un millón de votos respecto a 1982, había revalidado una holgada mayoría absoluta en las elecciones generales. Ello permitió que el gobierno, una vez tranquilizado el frente interno, pudiera centrarse en otros asuntos, como en una ambiciosa política exterior, y uno de sus puntales sería, precisamente, la democratización de Latinoamérica, centrado en los casos de Chile, Argentina y, en menor medida, Guatemala 17 . De hecho, tras la entrada en la CEE, España se ofrecería como “puente” entre Europa e Iberoamérica, y la celebración en 1992 del V Centenario del Descubrimiento de América, que el gobierno español pretendía que se celebrase “con paz y libertad en todos los países de habla hispana”, fue la excusa perfecta para la implementación de estas políticas 18 .
Dentro de esta estrategia, los exitosos cambios que había experimentado el país desde la muerte de Franco en 1975 serían la mejor carta de presentación. Tanto el gobierno como el resto de las fuerzas parlamentarias quisieron exportar a otros países el “modelo español” de transición a la democracia, presentándolo como el más factible para Latinoamérica, en tanto se trató de un proceso “pacífico” y “consensuado”. Esta política contaba con el apoyo de la gran mayoría de la sociedad española, quien se sentía orgullosa de la manera en que se llevó a cabo la transición y, como dijimos, era muy sensible a lo que estaba ocurriendo al otro lado del Atlántico.
Esta “vía española”, además, encontraba cada vez mayor eco en Chile, que se hallaba en pleno debate sobre el modelo a seguir en el camino a la democracia. Protagonistas de la transición española como Adolfo Suárez, Felipe González o Joan Manuel Serrat ya eran iconos en Chile y, tras el fracaso de la vía rupturista intentada en años anteriores, dicho modelo se perfilaba como el único viable. Así, en noviembre de 1986 llegó a Madrid Ricardo Núñez, secretario general del Partido Socialista de Chile. Durante su estancia, Núñez presentó el Acuerdo Nacional Democrático (ANDE), firmado hacía unos pocos días como una “ruptura pactada” al estilo español 19 . Por aquellos días, la transición española
también fue alabada por Víctor Manuel Rebolledo, del Partido Radical 20 , y los democristianos Luis Risopatrón 21 y Andrés Zaldívar 22 . Esta percepción era también compartida por buena parte de la opinión pública chilena. En enero de 1987 el Centro Ecuatoriano de Desarrollo y Estudios Alternativos (CEDEAL) y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) presentaron las conclusiones de una encuesta titulada “España en la Opinión Pública de Chile”, realizada en agosto de 1985. Según las mismas, la mayor parte de los encuestados valoraba positivamente la figura de Felipe González y pensaba que la situación en el país había mejorado a todos los niveles tras el fin de la dictadura franquista 23 .
Durante estos años, en ambos países se organizarán numerosos seminarios y cursos en los que se presentará la experiencia española como modelo a seguir para Chile. En diciembre de 1986 Adolfo Suárez, expresidente del gobierno, el socialista Leopoldo Torres, vicepresidente del Congreso de los Diputados y el democristiano Oscar Alzaga, presidente del Partido Demócrata Popular, acudieron a Chile para participar en un seminario sobre el tema “Consenso y transición: la experiencia de España”, organizado por la Fundación Frei con el auspicio del Instituto de Cooperación Iberoamericana, y que despertó gran expectación en los medios políticos chilenos. La mayor parte de los ponentes del acto consideraron adaptable el modelo español a Chile y alabaron del mismo dos características principales: el consenso democrático y la opción de la ruptura pactada 24 .
En abril de 1988, el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social de España organizó en Santiago un seminario bajo el título “El Movimiento Sindical, sus Desafíos para la Reconstrucción Democrática”, donde se presentó el modelo de concertación social llevado a cabo durante la transición española 25 . En mayo, el sindicato español Unión General de Trabajadores (UGT) y el Comando Nacional de Trabajadores (CNT) desarrollaron en España una escuela de cuadros a la que asistieron doce dirigentes sindicales chilenos. Buena parte del curso se dedicó a estudiar el proceso español de transición a la democracia 26 . Al mismo tiempo, se celebraría en Barcelona un seminario organizado por el Ayuntamiento y la Fundación Salvador Allende, en el que se estudió la transición española y sus posibles enseñanzas para Chile, con la participación de especialistas españoles y chilenos como Manuel A. Garretón y Ricardo Lagos 27 . Entre noviembre y diciembre recaló en Santiago la exposición itinerante “La Transición española”, a cuya clausura acudió una delegación del Congreso español que se reuniría tanto con miembros del gobierno como de la posición 28 .
La ayuda del gobierno y la sociedad civil española a la oposición chilena
Las relaciones diplomáticas hispano-chilenas que, tras unos primeros meses de desencuentros ocasionados por el incumplimiento por parte del nuevo gobierno pinochetista de varios contratos firmados durante la Unidad Popular 29 , habían sido relativamente buenas durante la dictadura de Franco, comenzaron a enfriarse cuando tras la muerte de este en 1975 la nueva España democrática pretende alejarse del pasado autoritario para integrarse en Europa, y llegaron casi a la ruptura cuando, a partir de 1982, el gobierno socialista comienza a situarse al lado de la oposición chilena. A las múltiples protestas oficiales del gobierno español contra las violaciones de los derechos humanos por parte del régimen pinochetista, este respondía quejándose que se estaba interfiriendo en sus asuntos internos 30 , incluso acusando a Madrid de estar detrás de las protestas que desde 1983 empezaron a desarrollarse con motivo de la grave crisis económica que afectaba al país 31 . Por otro lado, no era un secreto para nadie que la embajada española en Santiago realizaba contactos con diversos sectores de la oposición democrática chilena, a través de la cual recibían -a veces- apoyo financiero y logístico 32 . El punto más bajo de las relaciones llegó en 1986, cuando se descubrió que los servicios secretos chilenos estaban realizando labores de espionaje a la legación española, lo que provocaría un gran escándalo y que el embajador español fuera llamado a Madrid para consultas 33 .
Debido a estos choques, la embajada de España en Santiago estaba considerada un destino “comprometido” por parte del Ministerio de Asuntos Exteriores. Desde 1982 había sido embajador Miguel Solano Aza, quien llevó a cabo una complicada labor para tratar de mantener relaciones correctas con el régimen mientras sostenía vínculos muy estrechos con representantes de la oposición 34 . Cuando a partir de 1986 el gobierno chileno empiece a permitir el regreso de exiliados, la embajada española en Santiago, y en concreto su agregado laboral José Valentín Antón, realizará una destacada labor en este campo 35 .
La labor de su homólogo chileno en Madrid no era más fácil. En un primer momento, Santiago había designado como embajadores a militares de perfil “duro” que no contribuyeron a mejorar la imagen de su país ante la opinión pública española, por lo que en adelante prefirió enviar tecnócratas que se limitarían a mantener buenas relaciones sobre todo en el ámbito económico. No obstante, de cara a la celebración del plebiscito, el régimen intentaría nombrar embajador a una personalidad que fuera capaz de mejorar la percepción que los españoles tenían respecto a Pinochet y su régimen. El elegido sería un escritor de larga, aunque no muy reconocida trayectoria, Enrique Campos Menéndez, quien anunciaría que su principal misión sería “tratar de cambiar la distorsionada imagen que se tiene en España y en Europa de la realidad chilena” 36 , y se presentó como “un demócrata convencido” 37 . Sin embargo, no podía ocultar que era un hombre totalmente comprometido con el pinochetismo, que justificaba plenamente la represión política, tal como hizo en numerosas cartas que envió a periódicos españoles para tratar de desmentir las “insidiosas” afirmaciones que estos publicaban sobre su país 38 . Al llegar, Campos se encontraría con una opinión pública hostil y un gobierno español que llevaba a cabo una “guerra sutil” contra la embajada chilena, a través de pequeños gestos como privar de condecoraciones al personal chileno cuando terminaba su misión, no invitarlo a actos oficiales y evitar contactos fuera de los necesarios, desaires a los cuales respondía la legación andina amenazando con no participar en la Exposición Universal que se iba a celebrar en Sevilla en 1992 39 .
La preocupación por los derechos humanos en Chile no comprometió tan solo al gobierno español, sino también a los gobiernos de las comunidades autónomas. Varios parlamentos autonómicos aprobaron mociones condenando la dictadura chilena y en apoyo de la democratización de Chile; así, en 1987, el presidente del Parlamento de Andalucía, Ángel López, envió una carta dirigida al presidente de la Corte Suprema chilena en la que exponía su preocupación por la suerte del dirigente socialista Clodomiro Almeyda, detenido por el gobierno militar 40 . También ayuntamientos (municipalidades) y diputaciones (gobiernos provinciales) aprobaron mociones en este sentido y organizaron actos públicos y campañas de apoyo a la oposición chilena 41 .
Debido a la clandestinidad a la que se habían visto sometidos hasta 1977, partidos y sindicatos españoles pudieron hacer muy poco durante los primeros años de la Junta Militar chilena, aunque desde la legalización su solidaridad fue en aumento, organizándose numerosas actividades de concienciación como conferencias, jornadas y exposiciones, convocándose concentraciones y manifestaciones de protesta, promoviéndose mociones de condena a la dictadura chilena en el Congreso de los Diputados 42 , incluso viajando a Chile para comprobar in situ la situación del país, como haría Felipe González en 1977.
Tras la política vacilante con el régimen pinochetista, seguida por los gobiernos de la centrista Unión de Centro Democrático (UCD, 1977-1982), la victoria del PSOE en las elecciones generales de 1982 haría que la ayuda hacia la democratización de Chile se ampliase e institucionalizase. Esta partió principalmente de los partidos de izquierda, PSOE y Partido Comunista de España (PCE, a partir de 1986 integrado en Izquierda Unida), y en mucha menor medida de los partidos centristas, el Centro Democrático y Social (CDS, fundado por Adolfo Suárez con los restos de UCD en 1982) y el Partido Demócrata Popular (PDP). Por su parte, la conservadora Alianza Popular (AP) tuvo al respecto una postura mucho más ambigua, en la que su argumentario oscilaba entre la teórica defensa de la democracia en Chile y el respeto al principio de no intervención en los asuntos de otros países. La ayuda de los partidos políticos también se canalizaría a través de sus respectivas coordinadoras internacionales, como la Internacional Socialista (IS), la Internacional Demócrata Cristiana y la Internacional Liberal.
También mostraron su solidaridad con la oposición chilena las centrales sindicales españolas, como la CNT, CC.OO. y UGT, y una miríada de ONG’s que realizaron labores, entre otras, de ayuda a los presos políticos, los exiliados y sus familias 43 .
Proyectos de cooperación
pesar del enrarecimiento de las relaciones en el terreno diplomático, estas no solo continuaron sin mayores dificultades en el terreno económico, sino que, incluso, se incrementaron cuando Chile comenzó a superar la crisis de 1982. Ambos gobiernos coincidieron en su voluntad de que la política no interfiriera en las relaciones comerciales, de modo que estas se comportaron como compartimentos estancos, evitando entremezclarse 44 . De esta forma, España se perfiló como un importante cliente y proveedor para el país andino. Se exportaban a España principalmente materias primas, mientras que las importaciones chilenas se concentraban en productos manufacturados 45 . Empresas estatales y privadas, además del sector financiero español, realizaron en Chile grandes inversiones en sectores como el pesquero, el minero y el energético.
Sin embargo, todas aquellas operaciones económicas que pasaban por el circuito de las decisiones del Estado se resintieron considerablemente, como sucedió con la cooperación para el desarrollo de Gobierno a Gobierno. Esto hizo que desde España se verificase una “ley compensatoria”, con la que, evitando al Estado y trabajando a nivel de la sociedad civil, se pudiese ayudar al pueblo chileno y, de alguna manera, tratar de suplir el abandono del régimen en cuanto a políticas sociales 46 . De este modo se realizaron proyectos de cooperación en múltiples campos: asistencial, educacional, realización de estudios sociales, etc. No solo se pretendía ayudar, sino de alguna forma crear “escuela de democracia” y formar cuadros para la transición que se avecinaba, por eso destacaban los proyectos de formación. Esta ayuda se ejercería muchas veces a través del Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), dependiente del entonces Ministerio de Asuntos Exteriores, de diversas fundaciones, como Solidaridad Internacional y la Fundación Pablo Iglesias, y de organizaciones no gubernamentales.
En los archivos de la Fundación Pablo Iglesias se encuentran varios estudios para posibles proyectos de cooperación con ONG’s chilenas. En septiembre de 1987, Vector y la Fundación Pablo Iglesias crearon en Santiago un centro de estudios para futuros cuadros sindicales chilenos 47 . En julio de 1988, la Fundación CIPIE (Centro de Investigaciones y Promoción Iberoamérica-Europa) solicitó a la Secretaría de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica apoyo económico para la puesta en marcha de diversas iniciativas, como una Cooperativa de Consumo Popular en la comuna de La Florida, creación de huertos familiares en Valparaíso y construcción de guarderías infantiles 48 . Para ese mismo año, Solidaridad Internacional conformó varios proyectos de ayuda, como ollas comunes para las poblaciones de la comuna de Pudahuel Norte, creación de cooperativas en Concepción, Arauco, Bío-Bío y la provincia de Chacabuco, financiación del boletín de la Asociación Chilena de Defensa del Consumidor ACHICO y un programa de formación para organizaciones vecinales 49 .
Sin embargo, a pesar de toda esta solidaridad, en 1986 un incómodo asunto vino a cuestionar toda esta política de apoyo a la democracia en Chile puesta en marcha por el gobierno español, y es que a pesar de sus reiteradas condenas a la violación de los derechos humanos que se estaban produciendo en el país, España estaba vendiendo armas a Pinochet, según denunciaría en mayo de 1986 el sindicalista Rodolfo Seguel en una entrevista a la revista española Diario 16.
Ante el escándalo, el gobierno se vio obligado a ofrecer explicaciones, argumentando que se trataba de contratos firmados bajo el gobierno anterior y que las ventas cesarían cuando estos venciesen 50 . Sin embargo, debido a la presión popular, finalmente el ministro de Asuntos Exteriores anunció ante las cortes que la venta de armas sería prohibida a partir de agosto de 1986 51 . Desde entonces, según fuentes oficiales no se suscribieron nuevos contratos. En cualquier caso, dicha prohibición no se aplicaba a los contratos ya firmados, por lo que siguió suministrándose material bélico comprado con anterioridad a la misma.
La polémica volvió a escalar al máximo nivel en mayo de 1987, cuando el jefe de la Fuerza Aérea de Chile (FACH), Fernando Matthei, visitó España dentro de una gira europea destinada “a satisfacer las necesidades de armamento de Chile” 52 . Conscientes de las críticas que podían surgir ante esta visita, en medios oficiales se insistió en que la presencia de Matthei en España tenía un carácter “puramente comercial”, y que no se celebraron conversaciones con autoridades gubernamentales. A pesar de estas explicaciones, las protestas no se hicieron esperar entre la oposición de izquierdas, que acusaron al gobierno de “fariseísmo” por decretar un embargo mientras que por otro lado se seguían vendiendo suministros al régimen militar 53 . En septiembre, una investigación del diario ABC denunció que España seguía exportando armamento a países que lo tenían expresamente prohibido por la CEE, entre ellos Chile 54 .
Del “año decisivo” a la Concertación por el “No”
El año 1986, señalado como el “año decisivo” por la oposición democrática, terminó para esta con una desasosegante sensación de derrota. La Protesta Nacional convocada en julio terminó sin fruto alguno y, en septiembre, el atentado contra Pinochet sirvió de excusa al régimen para una dura represión que desorganizó a los partidos opositores. Además, para finales de año se constató que la economía se estaba recuperando, lo que suponía un importante espaldarazo para el régimen.
Todo esto obligó a la oposición a replantearse sus estrategias, volviéndose más posibilistas. El fracaso de las movilizaciones de 1983-1986 constató que quienes se oponía al régimen eran demasiado débiles para provocar una ruptura democrática; además, la vía de la violencia, tal como se constató tras el atentado contra Pinochet, quedó totalmente desacreditada, por lo que se fue abriendo paso la idea de una negociación con el régimen, aceptando su legislación y su calendario establecido en la Constitución de 1980. En este nuevo enfoque, como dijimos, la experiencia de la transición española ofrecía un poderoso ejemplo, por lo que buena parte de la oposición volvió sus ojos a Europa.
En este contexto, durante 1987 se incrementaron las visitas de líderes opositores chilenos a España en busca de apoyo. En mayo de 1987, Manuel Bustos y Víctor Hugo Gac, presidente y vicepresidente de la Coordinadora Nacional Sindical (CNS), llegaron a Madrid y se entrevistaron con varios cargos del PSOE y la UGT para informarles sobre la situación política y sindical chilena 55 . Ese mismo mes, el socialista Erich Schnake planteó la posibilidad de ayudar en forma de publicidad a la revista Cauce, que por entonces atravesaba problemas financieros 56 . En junio, Francisco Justiniano, miembro del PS (Núñez), fue enviado como observador a España para las elecciones municipales y europeas del 10 de junio 57 . En julio, durante el festival de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas (rama juvenil de la IS) que ese año se celebraba en Valencia, las Juventudes Socialistas de España y la Juventud Radical de Chile elaboraron un comunicado conjunto en demanda de solidaridad para la juventud chilena 58 . En agosto, la Asociación Pro Derechos Humanos de Chile solicitó al gobierno español que concediera asilo político a catorce presos políticos chilenos condenados a muerte 59 . En octubre llegaría un representante de la Comisión de Apoyo a presos políticos en Chile, para pedir el apoyo del PSOE al Encuentro Internacional por los Derechos Humanos en Chile que tendría lugar en diciembre de ese año 60 . En septiembre de 1988 llegaría Marcelo Jiménez, presidente de la Agrupación de Familiares de Presos Políticos, para solicitar ayuda para su organización 61 .
En septiembre llegó el democristiano Guillermo Yunge, quien transmitió a Felipe González “su reconocimiento y valoración por los esfuerzos desplegados por el PSOE en solidaridad con su país” 62 . En octubre, Ricardo Lagos, Sergio Molina y Andrés Zaldívar se entrevistaron con el presidente del Gobierno y el presidente del Congreso 63 . En noviembre, Zarko Lusksic, del Partido Demócrata Cristiano, se presentó en la sede del PSOE para mostrar sus credenciales como nuevo representante oficial de su partido en España 64 . Ese mismo mes, Jorge Vera Castillo llegó a Madrid a pedir apoyo para el Instituto de Estudios de Relaciones Internacionales Contemporáneo de Chile 65 .
Paralelamente, crecieron las visitas de españoles a Chile. En abril de 1987 llegaron Fernando Claudín y el director de la Fundación Pablo Iglesias Ludolfo Paramio, quienes se reunieron con varias personalidades de la oposición 66 . En septiembre, tres diputados del Parlament catalán asistieron en Santiago a actos de apoyo al restablecimiento de la democracia, el socialista Isidre Molas, el democristiano nacionalista Ferran Camps y el conservador Josep Curto 67 .
Fue importante el apoyo español al Comité por las Elecciones Libres (CEL). Dicha organización, constituida en marzo de 1987 y apoyada por toda la oposición chilena, buscaba presionar al régimen militar para obligarlo a reformar la Constitución y reemplazar el plebiscito previsto para la sucesión del general Pinochet en 1989 por una votación “libre, pluralista y honesta para elegir al presidente y al Congreso Nacional”.
En agosto de 1987 Milenko Zlosilo, del Partido Socialista, se entrevistó con representantes del PSOE para proponerles la creación de una comisión en España para apoyar al CEL 68 . De esta forma, el 11 de septiembre, decimocuarto aniversario del golpe de Pinochet, se creó en Madrid el Comité de apoyo a las elecciones libres en Chile, al que se sumaron PSOE, AP, Partido Liberal, CDS, PDP, PCE, PNV, Convergéncia i Unió y Euskadiko Eskerra, además de los sindicatos UGT y Comisiones Obreras (CC.OO.). Elena Flores, responsable de relaciones internacionales del PSOE y una de las promotoras de la iniciativa, se manifestó “muy satisfecha por la recepción unánime” de la idea en los medios políticos españoles 69 .
Uno de sus primeros actos fue apoyar la huelga convocada para el 7 de octubre por el Comando Nacional de Trabajadores 70 . En diciembre, Txiki Benegas, miembro de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, y Elena Flores viajaron a Chile para apoyar al CEL 71 ; en el transcurso de su visita, celebraron un encuentro con líderes opositores en la residencia del embajador español 72 . A partir de febrero de 1988, el Comité de apoyo español comenzó a captar fondos para ayudar al denominado Comando Nacional por el No. Para ello se abrió una cuenta en el Banco Exterior de España 73 .
La puesta en marcha de este comité coincidió con los habituales actos que todos los años se convocaban en España para conmemorar el aniversario del golpe. En Madrid, un grupo de opositores al régimen realizó una marcha por la Puerta del Sol, mientras partidarios de Pinochet se congregaron frente a la embajada chilena. En la misma ciudad, representantes de los partidos de la oposición chilena se reunieron en un coloquio en el que se coincidió en la “urgente necesidad” de una mayor coordinación para enfrentar a la dictadura 74 . El 10 de septiembre, el escritor José Donoso, muy crítico con el régimen de Pinochet, recibió en la embajada de España, de manos del encargado de negocios, las insignias de la Encomienda de la Orden de Alfonso X el Sabio 75 . Ya en octubre, Izquierda Unida hizo un llamamiento para una nueva jomada “por la democracia en Chile” para los días 24 y 25 de ese mes.
También fue importante el apoyo español a la II Asamblea Parlamentaria por la democracia en Chile, celebrada en Santiago del 4 al 6 de septiembre de 1987 y organizada por los partidos democráticos de la oposición. A ella asistieron un centenar de parlamentarios de veinticinco países y un número similar de excongresistas chilenos. Desde España acudió una delegación compuesta, entre otros, por el vicepresidente segundo del Congreso, Leopoldo Torres, y los diputados Rodrigo Rato (AP), José Ramón Caso (CDS), José Acosta (PSOE), Manuel Medina (PSOE) y Javier Rupérez (PDP) 76 , quien al llegar calificó la dictadura de “endurecida y cazurra” e indicó que los chilenos tenían “unas intensas ganas de retomar a la normalidad y a la democracia” 77 . Además de participar en las sesiones, los parlamentarios extranjeros pudieron visitar el país para familiarizarse con su situación y entrevistarse con líderes políticos y sociales.
El régimen chileno era consciente del daño que había causado a su imagen internacional la brutal represión desatada durante la edición del año anterior 78 , por lo que trató de ofrecer una sensación de normalidad a la visita de los parlamentarios extranjeros y brindándoles todo tipo de garantías. Sin embargo, la oposición chilena quería forzar los límites de la supuesta apertura del régimen, y así, destacados líderes de la oposición, que llevaban largos años en la clandestinidad, como el exdiputado comunista Leopoldo Ortega, o fuera el país, como el socialista Erich Schnake -exiliado en España-, decidieron acudir a plena luz del día al encuentro, con la idea de obligar al régimen bien a detenerlos, lo que dejaría clara la falsedad del nuevo talante democrático del gobierno de Pinochet y desataría la protesta internacional, bien a dejarles participar en libertad, lo que empujaría a revisar la política represiva.
Por lo demás, en su intervención ante la asamblea, Leopoldo López recordó que el éxito de la transición española demuestra que la democracia “es posible” 79 . La Asamblea aprobó una declaración en la que apoyaba la celebración de elecciones libres en lugar del plebiscito para la sucesión presidencial de 1989. También exigió el fin del exilio y de las restricciones a la libertad de prensa, y condenó la situación de los Derechos Humanos en Chile. Además, se acordó crear grupos de seguimiento y apoyo a la situación del país, entre ellos, uno de observadores para la preparación del futuro plebiscito 80 .
El año del plebiscito
Una vez establecida la celebración del plebiscito en 1988 y confirmada la participación en el mismo de la oposición democrática, quien en febrero de ese año llamó a votar “No”, el gobierno español, los partidos políticos, las organizaciones civiles, incluso personalidades culturales apoyaron abiertamente esta postura con tanta intensidad que, según opinan algunos autores, el plebiscito chileno fue tomado en España como un “asunto de estado” 81 . Esta implicación española con el plebiscito no se debía únicamente a su cercanía cultural con el país andino; según investigadores como Encarnación Lemus, existía un fuerte convencimiento de que España, por su experiencia política en la transición, y por lo que supuso dicha experiencia en Chile, era la que debía liderar la campaña internacional de observación del plebiscito 82 . Desde ese momento comenzó una apasionada labor para, en primer lugar, exigir que el plebiscito se celebrara con limpieza e igualdad de oportunidades para todas las opciones políticas, y en segundo, para asegurar la victoria del “No”.
Este apoyo español a la opción contraria a la que el régimen chileno defendía no hizo más que agrandar la brecha entre ambos gobiernos. El gobierno español siguió protestando por las violaciones de los Derechos Humanos en el país, lo que fue calificado como “injerencia” por parte de la cancillería chilena, como cuando el gobierno español exigió la liberación de los dirigentes de la Central Única de Trabajadores (CUT) encarcelados, Manuel Bustos y Arturo Martínez 83 . Sin embargo, fue el llamado “Asunto Bunster” en febrero de 1988 lo que provocaría una nueva escalada de la tensión que a punto estuvo de provocar el quiebre de las relaciones. César Bunster había sido señalado por las autoridades chilenas como uno de los principales responsables del atentado contra Pinochet en 1986 y, a principios de 1988, ciertos rumores que finalmente resultaron ser falsos 84 , lo situaban refugiado en España. Ello provocó una fuerte reacción del régimen chileno, que solicitó de forma inmediata su extradición, a lo que se negó el gobierno español. Este hecho llevó a que finalmente la Cancillería chilena llamase al embajador español para analizar la eventual denuncia del convenio de extradición entre ambos países, vigente desde el año 1879 85 .
La tensión volvió a subir en julio. Ese mes, el Parlamento Europeo aprobó una resolución sobre la situación en Chile 86 , en la que se pedía a los Estados miembros que condenasen “enérgicamente” toda violación de los derechos humanos en el país, aumentasen la ayuda humanitaria e interrumpiesen la venta de armas. Exigía al régimen que levantase el estado de emergencia, permitiera la vuelta de los exiliados, liberase a los presos políticos, legalizara todos los partidos y respetase la libertad de expresión para considerar que el plebiscito se celebraba con las “garantías mininas”. También se anunciaba la creación de una misión específica “encargada de seguir la evolución de la situación hasta el plebiscito” 87 . El régimen de Pinochet rechazó “por improcedente”, esta resolución, atribuyéndola a una “campaña internacional de descrédito”, tras la cual situaba al “Gobierno socialista español” 88 .
Conforme se acercaba la fecha del plebiscito, las conversaciones, encuentros o manifestaciones que se produjeron entre españoles y opositores chilenos fueron incesantes 89 . Aumentaron las visitas de personeros chilenos a España; el democristiano Tomás Jocelyn-Holt, secretario ejecutivo de la Alianza Democrática, quien visitó Europa a principios de 1988 disfrutando de una beca otorgada por la CEE, ya señaló a representantes del PSOE que durante ese año se produciría un auténtico “desembarco” en Europa de dirigentes chilenos 90 , como así fue. Estas visitas ya no solo trataban de encontrar apoyo económico o apoyo político, sino que también intentaba transmitir a los europeos, y sobre todo tranquilizar a los inversores, de que la oposición democrática en Chile era seria, solvente y estaba preparada para gobernar, tal como afirmaría Ricardo Lagos: “Lo que debíamos hacer era tranquilizar a los políticos y hacerles ver que nuestra alianza de oposición era capaz de mucho más que solo luchar. Si había algo en lo que a Pinochet le iba bien, era en la apariencia de estabilidad que le daba a Chile. Debíamos probar que después de que él se fuera, nosotros también podríamos gobernar” 91 .
En enero visitaría Madrid el cardenal Silva Henríquez, quien se reuniría con representantes de partidos políticos y ONG’s, a los que informó sobre la situación de su país 92 . En febrero llegó el socialista Armando Arancibia, quien se entrevistó con Elena Flores para informarle sobre la campaña de inscripciones en los registros electorales para el futuro plebiscito 93 . Ese mismo mes Joaquín Aedo, Responsable Regional sur de Europa del Partido Socialista, habló con miembros del PSOE para informarles que los partidos chilenos próximamente constituirían una delegación en España del “Comando por el NO” 94 . En abril arribaría Luis Alvarado, del Partido Socialista de Chile, para informar sobre el recientemente creado Partido por la Democracia 95 .
También aumentaron las visitas en sentido inverso. En febrero un grupo de juristas españoles acudieron a Chile bajo el nombre de “Caravana por la paz, los presos políticos, los Derechos Humanos en América y contra las penas de muerte en Chile”. En mayo visitaría el país el parlamentario español y director general de la Fundación Antonio Machado, Manuel Núñez Encabo, quien inauguró en Santiago una exposición itinerante “Los Machado y su tiempo”, dedicada a la vida y la obra de los hermanos poetas Antonio y Manuel Machado. Dicho acto levantó gran expectación en los medios chilenos, pues de alguna manera venía a romper el aislamiento cultural que sufría el país como consecuencia de la dictadura. Durante su visita, Núñez Encabo realizó numerosas entrevistas con revistas chilenas, visitó centros culturales y tuvo encuentros con miembros de la oposición 96 .
En julio se registró una gran afluencia de visitantes españoles a Chile, recibiéndose abundantes delegaciones comerciales y empresariales 97 . Ese mes regresarían José María Benegas y Elena Flores. El motivo de la visita era asistir a la reunión del Comité de Chile de la IS, programada en Santiago los días 2 y 3 “como símbolo del apoyo a los demócratas chilenos” con vistas a la campaña del “No” 98 , comprobar la situación del país y analizar las perspectivas futuras. La celebración de dicho encuentro se había decidido en Madrid dos meses atrás, cuando el Consejo de la IS firmó una resolución en apoyo y solidaridad con el pueblo de Chile.
El régimen, que con vistas al inminente plebiscito quería dar al exterior la imagen de que en el país había libertad de expresión, no puso impedimentos a dicha reunión, y se limitó a una discreta vigilancia policial en los alrededores del hotel donde se efectuaron las sesiones. Lo que no pudo evitar fue la enorme expectación que el encuentro levantó en la opinión pública chilena y, de esta forma, los delegados fueron muy solicitados por la prensa local, así Elena Flores concedería una larga entrevista a la revista Cauce, una de las principales de la oposición. En ella, la dirigente socialista, que fue presentada por el entrevistador como “la española que sabe más hoy de Chile” reconoció que su preocupación por el país tenía una doble índole, política y personal. Parte de la entrevista se dedicó a efectuar una comparativa entre la situación chilena y la que vivió España al final de la dictadura franquista; en este sentido Elena Flores opinaba que los demócratas chilenos estaban “más adelantados” respecto a la misma fase vivida por los españoles. Respecto a la llegada de observadores internacionales al plebiscito, se mostró optimista y, en cuanto al apoyo a la campaña del “No”, Flores prometió el apoyo económico de la Internacional Socialista y el PSOE a la oposición “en la medida de nuestras posibilidades”. Concluyó ofreciendo a España como “abogado” de América Latina ante la CEE, asegurando que el compromiso del PSOE con Chile era “absolutamente firme, muy hondo, muy sentido” 99 .
Entre sus conclusiones, la IS acordó enviar en octubre una “misión especial de observación” para vigilar la limpieza del plebiscito. Sus delegados suscribieron la “Declaración de Santiago”, en la que exigían condiciones de igualdad para el plebiscito, el levantamiento del estado de excepción y el acceso equitativo a los medios de comunicación estatales 100 .
Días después llegaría el presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, acompañado de varios periodistas españoles, para asistir al “Tercer Encuentro Iberoamericano de Comunicación” 101 . Entre el 11 y el 17 tuvo lugar en Santiago el festival “Chile Crea”, en el que participaron varios artistas españoles como Raimon, Francisco Pi de la Serra, Manuel Vázquez Montalbán o Juan Genovés, mientras que Joan Manuel Serrat y Rafael Alberti, que no pudieron asistir por encontrarse vetados por el gobierno militar, enviaron sendas adhesiones 102 .
Del 18 al 20 de julio se celebró en Santiago el Encuentro Internacional de Alcaldes por la Democracia Municipal. Dicha asamblea tenía como misión apoyar el proyecto de la Comisión Nacional de Ex Alcaldes y Regidores Democráticos para impulsar la campaña de inscripciones por el “No” en el plebiscito. A la convocatoria se adhirió la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), entidad que agrupa a las municipalidades y diputaciones provinciales de todo el país, quien en su IV Asamblea General aprobó una resolución de apoyo a la oposición democrática chilena y decidió enviar a Chile una delegación de alcaldes. La española fue la más numerosa y en ella destacaba el alcalde de Barcelona, ciudad que cuatro años después iba a organizar los juegos olímpicos, lo que sin duda contribuyó a dar al encuentro resonancia internacional.
Durante su estancia en Chile, los delegados se reunieron con la Vicaría de la Solidaridad, la Comisión de Derechos Humanos, los responsables de la campaña del “No”, algunos líderes de la oposición y varias organizaciones poblacionales. Antes de partir, presentaron en un hotel sus conclusiones, que quedaron plasmadas en la llamada “Declaración de Santiago”, en la que consideraban que la libertad y autonomía local eran esenciales para conseguir la Democracia 103 .
El 5 de septiembre se celebró en Santiago el “Encuentro Internacional de Periodistas por la Libertad de Expresión”, organizado por el Colegio de Periodistas de Chile. Como representantes de la prensa española fueron invitados José Oneto y Enric Sopena 104 .
La celebración del plebiscito
En septiembre, ya cerca de la fecha de la consulta, aumentaron las declaraciones públicas del partido en el gobierno a través de su portavoz, Rosa Conde, y del vicepresidente Alfonso Guerra, el cual llegó a manifestar a la prensa su deseo de ser chileno para poder votar “No”. La Cámara de Diputados expresó “su más plena solidaridad con quienes reivindican la voluntad popular y democrática libremente expresada en las urnas, como fuente legitimadora del poder político” y la del Senado apoyó firmemente “la restauración de la democracia en Chile” 105 .
También crecía la expectación de la opinión pública española, que mayoritariamente se pronunciaba por el “No”. A esta expectación contribuyeron los medios de comunicación, los que, desde aproximadamente un mes antes de la celebración del plebiscito, comenzaron a publicar extensos reportajes y columnas de opinión, además de emitir programas especiales sobre el tema. El día 8, TVE emitió un debate al que fueron invitados el embajador Enrique Campos, el escritor Jorge Edwards, el cineasta Miguel Littin y el político socialista Eric Schnake.
Por todo el país se convocaron actos de apoyo a la campaña del “No” en el plebiscito, que fueron especialmente intensos el 11 de septiembre, aniversario del golpe de Estado. Tradicionalmente, en cada efeméride se habían convocado actos de conmemoración, pero ese año, por la actualidad del tema estos fueron especialmente multitudinarios. El clima de tensión que se vivió durante dichas manifestaciones llevó incluso a la Embajada chilena a solicitar ayuda y protección especial para su sede 106 .
El Comando Juvenil por el No, compuesto por jóvenes chilenos exiliados que militaban en distintos partidos, organizó en Madrid unas jornadas denominadas “Por la democracia en Chile Vota No”, para sensibilizar a la opinión pública española, y en la que se enmarcaron reuniones informativas, coloquios y actos culturales 107 . El 29 de septiembre, unas cuatro mil personas asistieron en Barcelona a una manifestación contra el régimen de Pinochet, acudieron representantes de todos los partidos políticos, excepto Alianza Popular y Unión Democrática de Catalunya 108 . El 4 de octubre, vísperas del plebiscito, unas ocho mil personas participaron en Madrid en una manifestación convocada por diversas fuerzas políticas y sindicales de izquierdas en apoyo al “No”. Al frente de la marcha se encontraba el secretario general del PCE, Julio Anguita 109 .
Esta unanimidad en el apoyo al “No” de todos los partidos solo fue rota por Juan de Arespacochaga, senador de AP por Madrid, quien en vísperas del plebiscito realizó una entrevista con un periodista de la televisión oficialista chilena, en la que alababa al régimen 110 . Arespacochaga pertenecía al ala más conservadora de su partido, que seguía conservando evidentes simpatías por Pinochet. Estas declaraciones crearon una fuerte polémica y recibieron la condena unánime de prácticamente todo el espectro político español. Asimismo, fueron criticadas por buena parte de la prensa y la opinión pública española, las cuales desde hacía tiempo recriminaban la actitud “tibia” de AP frente a la dictadura chilena 111 . También sentaron muy mal a los representantes de su propio partido que en aquellos años intentaba presentar un perfil liberal. Claramente preocupado por la imagen ofrecida, su presidente, Hernández Mancha, abriría un expediente disciplinario a Arespacochaga 112 , quien poco después fue suspendido de militancia.
En la fecha del plebiscito, Chile recibió un alto número de corresponsales, observadores y políticos extranjeros. España, obviamente, no estuvo ausente de aquella ola de respaldo a las fuerzas opositoras chilenas y concurrió al país americano una nutrida representación, posiblemente la más numerosa -unas 56 personas- que podría considerarse de alto nivel y de los más diversos ámbitos; como diría un representante diplomático español, “Los meses de septiembre y octubre registrarán una inflación de españoles en Chile” 113 . El numeroso contingente español demuestra que la política interna chilena se consideraba como una cuestión de especial interés para España 114 .
El miembro más destacado de la expedición española fue, sin duda, el expresidente del gobierno Adolfo Suárez, quien lideraba la delegación internacional auspiciada por el Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales, y que llegó acompañado de su compañero de partido Raúl Morodo. Por el PSOE acudieron Txiki Benegas, Elena Flores-quien fue directamente invitada por la Asamblea Parlamentaria Internacional por la Democracia en Chile (APAINDE) 115 , Miguel Ángel Martínez y Alejandro Cercas, integrados en la delegación de la Internacional Socialista, junto con Manuel Medina, cabeza de la delegación del Parlamento Europeo. Para los delegados socialistas que participarían como observadores, el PSOE preparó dossiers con la situación del país y con información sobre los diferentes agentes políticos 116 .
Fue también nutrida la representación institucional, encabezada por los presidentes del Congreso y del Senado, Félix Pons y José Federico de Carvajal, a los que acompañaron el presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, el presidente del ICI, Luis Yáñez-Barnuevo, y el alcalde de Madrid Juan Barranco. También desde Cataluña se envió una delegación, encabezada por el vicepresidente del Parlament Arcadi Calzada, además de representantes del Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona 117 .
Por su parte, Izquierda Unida también envió un grupo de observadores con Nicolás Sartorius al frente, AP envió al diputado José Antonio Segurado y la Democracia Cristiana a Javier Rupérez. También llegaron representantes de los sindicatos, como el secretario general de la UGT, Nicolás Redondo.
Por aquellos días se desplazaron a Santiago más de mil periodistas extranjeros 118 . TVE, Radio Nacional y los periódicos de ámbito estatal remitieron enviados especiales a Chile, que en los días siguientes informaron profusamente de lo que ocurría. También llegaron personalidades del mundo de la cultura, como el cantante Víctor Manuel.
Precisamente, el 9 de septiembre se celebró en la embajada española una reunión de los consejeros de las embajadas comunitarias con la finalidad de cambiar informaciones sobre la presencia en Chile de semejante cantidad observadores extranjeros. APAINDE estimaba que estarían presentes entre doscientos y trescientos parlamentarios, tanto del Parlamento Europeo como de diferentes parlamentos nacionales, a los que el Comando del No se comprometió a facilitar alojamiento, transporte y apoyo logístico. Por su parte, el embajador español se obligó a mantener un canal de información permanente con las embajadas comunitarias 119 . Se celebraron, asimismo, numerosas reuniones para coordinar a tan gran número de delegados y “turistas políticos”. La mayoría asistió a la Asamblea Parlamentaria internacional, que se inauguró el día 3 y que englobaba a los parlamentarios de todos los países que habían enviado delegaciones a Chile en calidad de observadores.
El comportamiento del gobierno chileno con todos ellos fue correcto, pero muy frío. Fueron acusados de “injerencia” por el ministro de Relaciones Exteriores, Ricardo García 120 , y Enrique Campos, embajador chileno en Madrid, acusó a España de “colonialismo ideológico”, de entrometerse en la política chilena y haber montado una campaña de prensa contra su gobierno 121 . Adolfo Suárez negó dichas acusaciones, afirmando que únicamente trataban de “presentar un testimonio ante el mundo” de que el plebiscito había sido limpio. Por su parte, Manuel Medina aclaró que los observadores no venían a cumplir “una misión de tutores o guardianes”, sino simplemente de “testigos” de un proceso electoral 122 .
Esta animosidad del régimen sería palpable también en las calles: Adolfo Suárez fue abucheado en el aeropuerto por un grupo de ultraderechistas 123 , el parlamentario Enric Leira y varios alcaldes y concejales catalanes denunciaron que fueron golpeados por carabineros sin que mediara provocación 124 , y varios periodistas tuvieron que sufrir insultos, incluso agresiones físicas por parte de los partidarios del “Sí” que estaban en contra de lo que calificaban como una “campaña antichilena” en el exterior 125 . Sin embargo, sería Joan Manuel Serrat quien sufrió en mayor medida esta hostilidad del gobierno. El cantautor tenía planeado formar parte de la delegación española, pero una vez llegado al aeropuerto de Santiago, el gobierno chileno le denegó la entrada en el país acusándolo de “participar en actos contrarios a los intereses de Chile” 126 . Serrat grabó entonces un mensaje dirigido al pueblo chileno, que fue emitido por Radio Cooperativa 127 .
Una vez llegados a Chile, los delegados no perdieron oportunidad de reunirse con sus homólogos locales. Sartorius, quien se quejó de que los medios españoles “solo prestaban atención a los observadores del PSOE”, se reunió con dirigentes del Partido Comunista chileno. El día 3, Ricardo Lagos ofreció una su casa una cena para los delegados del PSOE 128 . Víctor Manuel visitaría un colegio de niños discapacitados y recorrió varias poblaciones, participando además en el acto final de la campaña del “No”.
El 5 de octubre, los observadores se dividieron en pequeños grupos para visitar lugares de votación en Santiago y provincias. Txiki Benegas y Elena Flores siguieron el recuento en la sede del Comando del No; había temor a que el régimen quisiera desconocer el resultado, y algunos de los miembros del comando, como el cofundador del Partido por la Democracia (PPD) Heraldo Muñoz, sospecharon que la noche del recuento, el régimen podía atacar su sede y así se lo expresaron a los observadores internacionales, por lo que Adolfo Suárez y varios miembros de su equipo se desplazaron al edificio para ejercer de “escudos humanos” 129 .
A pesar de que en la península eran altas horas de la noche, las fuerzas políticas españolas siguieron muy de cerca la votación. En la sede del PSOE los miembros de la Ejecutiva Ana Miranda y Guillermo Galeote se encargaron de recoger las noticias que iban llegando de Chile. En la de AP, su responsable de política internacional estuvo en permanente contacto con los delegados aliancistas desplazados a Santiago, mientras que en la del CDS fue su secretario general, José Ramón Caso, quien hizo lo propio con Adolfo Suárez. Por su parte, el PCE realizó en su sede un gran despliegue de medios para seguir la jornada electoral, desde donde su secretario general, Julio Anguita, realizó sus valoraciones sobre la misma.
Finalmente se anunció que, con una participación que alcanzó el 97%, la opción del “No” había obtenido un 54,7% de los votos, frente a la del “Sí” que logró un 43,0%. La satisfacción fue general entre los observadores españoles, aunque con cierta mezcla de inquietud por el futuro, ya que, a pesar de la victoria del “No”, no se veía del todo claro; no obstante, destacaron que después de ese día el tránsito a la democracia era “irreversible”. Tras conocer los resultados, Adolfo Suárez llamó al diálogo y la reconciliación entre los chilenos. Javier Rupérez afirmó que a partir de ese momento la situación en Chile era “incierta”, y que dependía de las instituciones chilenas y de los partidos de la oposición “atravesar el período de transición con tranquilidad”. Por su parte, José María Benegas destacó la “madurez” y “responsabilidad” mostrada por el Comando del No 130 .
En España las reacciones fueron parecidas: mezcla de alegría con incertidumbre, felicitaciones a la oposición acompañadas de llamamientos a la calma y la responsabilidad, también la idea de la transición española como paradigma de consenso político que debía ser imitada en el caso chileno. Nada más conocerse el resultado, más de un millar de personas se concentraron en la madrileña Plaza Mayor donde hasta las ocho de la mañana festejaron el resultado del plebiscito. Los exiliados chilenos se acercaron al Centro de Estudios Salvador Allende, en donde se reunieron para “celebrar juntos la victoria”.
A la mañana siguiente, todos los diarios españoles informaron de la victoria del “No” y en sus editoriales, sin excepción, celebraban el triunfo de la democracia en Chile, aunque también expresaban reservas sobre el futuro. El País, que cerró su edición casi a las seis de la mañana para esperar el resultado, dedicó al tema editoriales con títulos como “Y ya cayó” y “Chile vive”. Diario 16, en su editorial, titulado “La caída democrática del dictador”, afirmó que el 5 de octubre pasará a los anales de “la esperanza en la condición humana”. Por su parte, el conservador ABC, aunque apoyó la victoria del “No”, criticó la actitud del gobierno y los partidos de izquierdas y mostró, como era habitual en este asunto desde hacía años, un agravio comparativo con los casos de Cuba y Nicaragua, exigiendo para ellos la misma atención que Chile 131 .
En general, los partidos políticos españoles expresaron su satisfacción por el triunfo del “No”. Antonio Hernández Mancha, presidente de AP, lo consideró “una noticia que debe alegrarnos a todos”. El CDS se congratuló también por el resultado del plebiscito y felicitó al pueblo chileno. El secretario general del PCE, Julio Anguita, exigió la salida de Pinochet y la convocatoria de elecciones libres. La Democracia Cristiana opinó que el triunfo del “No” significaba que en Chile se impuso “la lógica del consenso” y la “reconciliación”. En cuanto al PSOE, difundió un comunicado en el que expresó “su más profunda satisfacción” por el triunfo del “No” mientras que el ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, resaltó la “gran lección de madurez política” del pueblo chileno 132 . Joaquín Leguina, presidente de la Comunidad de Madrid, se reunió con sus amigos chilenos para celebrar el resultado del plebiscito 133 . El vicepresidente Alfonso Guerra enviaría un telegrama de felicitación al Comando del No, para transmitirles “la profunda emoción que, en estos momentos, sentimos todos los socialistas españoles” 134 . También el presidente de la Generalitat Jordi Pujol expresó su contento por el resultado del plebiscito, y lo mismo hicieron los nacionalistas vascos.
En cuanto a la postura oficial del gobierno español, el día después del escrutinio publicó una nota en la que pedía “serenidad” y “responsabilidad” a todas las fuerzas políticas y sociales, se felicitaba por el “ejemplar civismo” del pueblo chileno y se exigía al gobierno de Pinochet que facilitase un “tránsito ordenado” a la democracia. Además, ofrecía su “abierta cooperación” con el país en esa nueva etapa “en la que podrá contar con el decidido apoyo del pueblo y del Gobierno español” 135 . Al día siguiente el ministro de Asuntos Exteriores aseguró que con la llegada de la democracia a Chile se registraría un “salto cualitativo en las relaciones diplomáticas y de todo tipo” entre los dos países, y que próximamente se iniciarían “contactos oficiosos” con los dirigentes de las principales fuerzas democráticas chilenas “para averiguar cómo desean que se canalice la eventual ayuda española” 136 , palabras estas últimas que apuntaban hacia un futuro de colaboración hispano-chileno, que contrastaría con las difíciles relaciones de años anteriores.
La victoria del “No” reforzó los lazos de redes políticas que se habían fraguado durante los años anteriores e inauguró una nueva etapa en las relaciones hispano-chilenas 137 , marcadas por la armonía diplomática y económica. Se anunciaba así el llamado “segundo desembarco” de los años 1990, un período en el que, favorecida por dicho entendimiento, se produjo una importante penetración de multinacionales españolas en Latinoamérica, cuyas bases fueron sentadas precisamente por aquella “diplomacia opositora” de la que hablamos.
Conclusión
A lo largo de estas páginas hemos podido examinar como fueron las relaciones hispano-chilenas entre 1986 y 1988, tanto en la diplomacia “oficial” como a nivel de la sociedad civil. Comprobamos que, mientras las primeras alcanzaron un punto muy bajo debido a los roces políticos entre dos gobiernos ideológicamente opuestos, las segundas vivían un fructífero período de intercambios. La razón de ello es que en la década de 1980 la opinión pública española, así como el gobierno, los partidos políticos, los sindicatos y las asociaciones civiles estaban muy concienciados con la situación chilena, y fueron frecuentes tanto las movilizaciones de apoyo, como la ayuda económica al país andino.
Esta ayuda formaba parte de lo que se ha conocido como “diplomacia opositora”, que lograría el fortalecimiento de la oposición democrática chilena, su aceptación por parte de la comunidad internacional y el cada vez mayor aislamiento diplomático del régimen militar. También sentaría las bases de una nueva fase de las relaciones entre ambos países de cara a la década de 1990, una vez caída la dictadura.
La implicación española sería especialmente intensa en el año 1988. Con el plebiscito nacional previsto para el mes de octubre, gobierno y sociedad civil española se volcaron en la victoria del “No”. Fueron frecuentes los viajes de personeros chilenos a España para solicitar apoyo con vistas a la consulta electoral, y de españoles a Chile para mostrar su apoyo a la oposición democrática. Fue también abundante la presencia de observadores españoles durante la celebración del plebiscito, que fue apasionantemente seguido por la opinión pública y los partidos españoles.
Tras el plebiscito, se abriría para Chile el período de transición a la democracia, para el cual la clase política española quiso exportar el “modelo español”, que consideraba el más factible para Chile visto el éxito de la transición española a la democracia en la década de 1970, así como por su carácter pacífico y consensuado.
Resumen:
Introducción
Exportando democracia
La ayuda del gobierno y la sociedad civil española a la oposición chilena
Proyectos de cooperación
Del “año decisivo” a la Concertación por el “No”
El año del plebiscito
La celebración del plebiscito
Conclusión