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No somos niños. Representaciones problemáticas de la infancia
A menudo, en la infancia, escuchábamos a adultos hablando de los niños: “Estos no son temas para niños”, “esta película no es para niños”, “¡claro que tienes derechos, lee los derechos del niño”, pero “¿quiénes son esos niños?”. No somos niños. Representaciones problemáticas de la infancia (2020) de Catalina Donoso, en sus 270 páginas, levanta la pregunta desde la propia afirmación: “no somos niños”. No somos esos niños, no somos niños de aquel modo, no somos, no fuimos, ni seremos la imagen de infancia creada por un adultocentrismo patriarcal, que gusta de un romanticismo cruel en el que el ser de la infancia se reduce a un ser siempre menor, donde la bestialidad animal es la falta de raciocinio y no la manifestación de una belleza bestial -siempre presente en lo marginal/marginade-, belleza sin razón, habitante de la infancia.
No somos niños, al menos no esos niños, al menos no así de niños, problematiza la infancia desde la imagen cinematográfica, donde el tiempo cronológico se diluye para dar paso a un territorio niñe. Una experiencia existencial al margen, generalmente marginada, que tensiona los límites de lo permitido. Ya no se trata de ser esos niños del tiempo cronológico y lineal, ni se trata de los límites etarios; lo que Catalina Donoso nos estrega en su libro, con gran lucidez, es un modo límite de aproximarnos a la infancia que hemos anulado como cultura. Esa infancia imagen, huella, mácula, esa infancia que hace presente toda ausencia que el control productivo ha querido borrar.
El libro nos presenta el análisis de diversas películas con especial inclinación por lo latinoamericano. No podría ser de otro modo, si la lectura de lo cinematográfico está dada, tal como señala Donoso, como un constante fuera de cuadro. Latinoamérica y la infancia, el llamado “nuevo mundo” de la mano de la “minoría de edad”, aparecen para incomodar el paisaje de la norma, el encuadre purista del séptimo lugar otorgado a un arte manejado, en la mayor parte de los casos, por una élite cultural. Algunas de las películas analizadas en el libro son Los olvidados de Luis Buñuel (1950), La vendedora de rosas de Víctor Gaviria (1998), El planeta de los niños de Valeria Sarmiento (1992), Shunko de Lautaro Murúa (1960), Dugun, la lengua de Pamela Pequeño (2012) y Crónica de un niño solo de Leonardo Favio (1965).
No somos niños. Representaciones problemáticas de la infancia es un libro que provoca, desde diversas capas de la imagen, un innegable aporte al pensamiento en torno a la infancia como constante fuera de cuadro, como marginalidad transversal, como otredad queer, como cuestionamiento permanente hacia el orden adultocéntrico y, por tanto, patriarcal. Catalina Donoso desarrolla su propuesta principalmente desde lo cinematográfico, pero en constante diálogo con la literatura y, de algún modo, con lo dramatúrgico, lo que enriquece aún más la obra, volviendo el tema de la imagen una cuestión transversal.
Dentro de esta interesante ruptura intencionada con el “purismo teórico”, especial interés pudiesen tener las vinculaciones que la autora hace entre el cine, la literatura y el psicoanálisis. Personajes que pierden los ojos, personajes que roban los ojos, ¿escrito premonitor o la eterna narrativa humana? Como sea, en muchos de sus pasajes este libro se antepone al orden cronológico de la historia oficial y pone sobre aviso uno de los pasajes más “cinematográficos” de la reciente historia de Chile: el estallido social se lee en cada historia y reflexión presentada por la autora, especialmente en el inicio y fin del libro.
En algunos estudios etimológicos se habla del estallar como la destrucción/transformación de un trozo de madera en innumerables astillas. La astilla como pequeña estaca es lo que la mayoría de los films analizados en este libro puede llegar a develar Y, del mismo modo, la infancia es una astilla pequeña, diminuta, dolorosa y grandiosa a la vez.
La infancia es un estallido. Chile estalla; es decir, se astilla cuando se vuelve presente, cuando el margen, la marginalidad, la infancia se hace centro, cuando la idea del estado de inconsciencia en la infancia. Aparece, reaparece en un grupo de niñes estudiantes de enseñanza secundaria y pública que se iniciaron las manifestaciones del estallido social chileno de 2019. Nuevamente “actores secundarios” se roban la película. ¿Qué historia hay tras cada vida de ese grupo de niñes que despertaron a un país? Con certeza varias se cruzan y entrecruzan, se tejen, se montan, se narran, se cuentan, como las de les protagonistas de las películas analizadas por Catalina Donoso. Es este el cruce de lo real con la realidad que bellamente presenta el libro, pues las películas en él presentadas, están levantadas desde la sublevación de la infancia frente a todo intento de normarla y encasillarla. Sobre ellas, la autora problematiza la representación tradicional de la infancia, generando un doble fuera de sí, como diría Baudrillard; o, tal vez, triple por su eje latinoamericano. La lectura nos aproxima de manera sistemática a este “fuera de sí” de la infancia, lo que permite que el abordaje teórico no pierda su condición corporal, emocional, por lo que la autora no nos enjaula en la dualidad “cuerpo/mente” lo que sería siempre contradictorio si lo que queremos es hacer presente a la infancia, a las infancias y no sólo a esos niños que no fuimos y que no somos y que no seremos jamás.
No somos niños. Representaciones problemáticas de la infancia compone diversos encuadres de las operaciones dominantes del patriarcado, especialmente ligadas al plano de los imaginarios sociales de la infancia: lo que les adultes piensan es propio a un niño o una niña, sobre todo lo ligado a la sexualidad, el placer y el goce. ¿Qué tiene y qué no tiene derecho a desear la infancia? De algún modo todas las historias presentadas abordan esta pregunta y ponen en cuestión a las festividades que festinan con artificios de supuestas necesidades hechas deseos para esos niños, que finalmente pueden desear como espejismo la felicidad del mercado, pero que, tarde o temprano, no llega a compensar el goce indecible de traspasar todo límite, en medio de la siesta de la razón, dentro de la pieza oscura, como diría Lihn (1963). ¿Qué será de los niños que fuimos? Se pregunta el poeta. Algo semejante nos pregunta Catalina Donoso en su libro, el constante cuestionamiento al devenir de la infancia, de esa otra infancia, de esas otras infancias, todo desde el génesis de otra pieza/cámara oscura, que devela el juego constante de estar siempre fuera de cámara. Mucho de esto podemos encontrar en el comienzo del libro, un anuncio que, con guiños de humor, nos conduce al abismo de aquello que hemos marginado, de aquello que nos han enseñado a ocultar por alejarse del principio de razón, todo aquello que le quita seriedad a la performance de la certeza cartesiana: fuera sueños, fuera sentidos, fuera cuerpo, fuera infancia.
Este libro no debe reducirse a un compendio de análisis cinematográficos con eje en temáticas de infancia. Lo que la autora nos presenta es, más bien, la problematización de los imaginarios de la infancia, precisamente a través de la imagen/cine. Imagen que desde sus particularidades resuena en la historia de un territorio que se levanta desde la ausencia: ausencia de justicia social, ausencia de dignidad, ausencia de empatía y ausencia de humanidad.
Catalina Donoso centra su propuesta reflexiva en lo que me atrevería a llamar la “otra trinidad”, un cruce entre ética, estética y política, siempre desde la mirada de la infancia, mirada que nos mira de frente cuestionando una infancia que no existe o existe sólo como imagen publicitaria. En No somos niños. Representaciones problemáticas de la infancia disfrutamos del cruce de un cine político que, no sólo se hace cargo de la ausencia; es, de algún modo, la ausencia, con interlocutores a quienes Catalina Donoso pone bellamente a conversar, y digo este conversar en el sentido con que Humberto Giannini (1987) comprendía el conversar: como un encuentro con un claro inicio, pero de insospechado fin.
Cine y libro, bendecidos por esta otra trinidad, se entretejen para desestabilizar las jerarquías de saberes y parcelas disciplinares; acá conversan grandes teorías del cine, la filosofía, la literatura, el psicoanálisis, con vidas infantiles marginadas y marginales que, en común, tienen la orfandad del infinito; algo así como ser huérfanos del absoluto, que pudiese ser, finalmente, el territorio de la libertad.
Cuatro son las secciones que componen este libro; pero lo más probable que le suceda al leerlo es que no necesite divisiones, índices, ni indicaciones de ningún tipo. La infancia se hace presente en el trabajo de la autora; se-hace-presente- hay presencia, se detiene el cronos y aparece el aión. Catalina Donoso no sólo nos habla de la infancia: en su libro la autora nos permite habitar la infancia durante un tiempo infinito.
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Author
Lorena Herrera
Universidad de Chile, Santiago, Chile, Chile