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in Revista de Psicología
Ficciones de familias: investigación cualitativa con adolescentes de Montevideo y Ciudad de la Costa
Resumen:
El artículo tiene como propósito compartir resultados obtenidos en una investigación cualitativa que aborda los sentidos y construcciones de familia, desde la perspectiva de adolescentes que viven en hogares monoparentales en la ciudad de Montevideo y Ciudad de la Costa. Durante los años 2017 y 2018 se realizaron seis historias de vida con tres adolescentes mujeres y tres adolescentes varones entre 14 y 16 años, totalizando once entrevistas con enfoque cartográfico. Se utiliza el método cartográfico de investigación (Deleuze & Guattari, 2006) en articulación con la perspectiva de las epistemologías feministas (Haraway, 1991; Harding, 1996), desplazando la mirada adultocéntrica y jerarquizando el lugar de los y las adolescentes en el abordaje de los temas de familias. En los resultados se destaca que sus ficciones de familia están organizadas en torno a lazos de convivencia y de afectos, aludiendo a configuraciones móviles, no estabilizadas y dinámicas a lo largo de sus vidas. Aparece la referencia a la casa como materialidad física, pero, sobre todo, como espacio de la práctica cotidiana de la vida en común. Las conclusiones reafirman la importancia de que los métodos de investigación que involucren adolescentes promuevan su participación y reconocimiento como actores y agentes de conocimiento. En los resultados se destaca que sus ficciones de familia están organizadas en torno a lazos de convivencia y de afectos, aludiendo a configuraciones móviles, no estabilizadas y dinámicas a lo largo de sus vidas. Aparece la referencia a la casa como materialidad física, pero, sobre todo, como espacio de la práctica cotidiana de la vida en común. Las conclusiones reafirman la importancia de que los métodos de investigación que involucren adolescentes promuevan su participación y reconocimiento como actores y agentes de conocimiento.
Introducción
La investigación cualitativa que da origen a los resultados que se comparten en este escrito aborda las transformaciones contemporáneas de las familias desde la perspectiva de las/los adolescentes que viven en hogares monoparentales. En particular se ocupa de analizar cómo viven las experiencias de lo familiar, qué sentidos y construcciones realizan acerca de la familia, a quién integran en sus redes de parentesco y de acuerdo con qué criterios. Tanto el método cartográfico (Deleuze & Guattari, 2006; Kastrup & Passos, 2013; Rey & Granese, 2019) como la perspectiva situada de las epistemologías feministas (Haraway, 1991; Harding, 1996) han sido claves teórico-metodológicas para este estudio. Las articulaciones producidas en la confluencia de ambas fueron construyendo la relación con los sujetos de la investigación, quienes fueron tres adolescentes varones y tres adolescentes mujeres entre 14 y 16 años. La intención investigativa fue desplazar la mirada adultocéntrica para conocer, comprender y analizar sus experiencias.
La investigación científica con niños, niñas y adolescentes es una aventura desafiante e imperiosa en la contemporaneidad. Desde hace algunas décadas, los nuevos estudios sociales de las infancias comienzan a configurar un campo de investigación en América Latina (Gómez-Mendoza & Alzate-Piedrahíta, 2014; Vergara, Peña, Chávez, & Vergara, 2014), y muestran la emergencia de intersecciones disciplinares y temáticas en el análisis sobre las infancias (Reis & Alvim, 2021; Gaitán & Mongui, 2021). Asimismo, las metodologías de investigación con niños, niñas y adolescentes resultan foco de atención en materia de producción científica (Di Iorio, Lenta, & Gueglio, 2021; Liebel & Markowska-Manista, 2021; Poveda & Jociles, 2021).
Los trabajos mencionados abordan las transformaciones en las relaciones familiares, la diversidad de configuraciones familiares en la contemporaneidad, las articulaciones entre políticas públicas y producción de subjetividades, mostrando desde diferentes aristas el interés investigativo acerca de los actuales escenarios de lo familiar. En ese sentido, florece una perspectiva que insiste en la importancia de volver a niños, niñas y adolescentes actores y agentes de sus vidas y sus conocimientos (Pavez Soto & Sepúlveda Kattan, 2019).
En la investigación realizada, y a través de las historias de vida de los y las adolescentes, se asiste a la constatación empírica de que el ingreso a la situación de monoparentalidad es producto de las separaciones conyugales durante sus infancias. En ese sentido, la separación o el divorcio de parejas con hijos dependientes se observa desde hace ya varias décadas en Uruguay ( Cabella, 1998 , 2007; Cabella, Fernández Soto, & Prieto, 2015), pero las experiencias y el modo en que los adolescentes las viven y transitan ha sido escasamente analizado.
De acuerdo con los datos del último censo nacional del año 2011, se registra un aumento significativo en el número de hogares unipersonales llegando a 23,4%, y de hogares monoparentales que alcanzan el 11,1% (Cabella et al., 2015 ). Asimismo, se observa un descenso de los hogares integrados por parejas e hijos. Cabella y Nathan (2014 ) llaman la atención acerca de la distribución porcentual de niños y adolescentes en hogares con un solo progenitor a cargo: uno de cada cuatro niños de entre 0 y 4 años no convive con sus dos progenitores, aumentando en el grupo de adolescentes, en que esta proporción se eleva a más de la mitad (53%). En el Sistema de Información de Género del Ministerio de Desarrollo Social del año 2012, se informa que en los hogares monoparentales el 10,6 % son femeninos, mientras que los masculinos representan el 1,6%.
La revisión y el análisis de la producción científica en torno a la investigación con familias en Uruguay, muestra la escasez de estudios cualitativos que tomen el punto de vista de niños, niñas y adolescentes frente a los cambios en las familias. Por eso, abordar viejas cuestiones desde miradas nuevas y con nuevas metodologías puede arrojar nuevos resultados. La elección por el punto de vista de los adolescentes está sostenida en que son un grupo con menores privilegios, escasa presencia en las investigaciones sobre este asunto, y protagonistas en las familias. Podemos decir que los adolescentes están situados en los márgenes y, por eso mismo, al decir de Biglia (2014 ), tienen una posición epistémica privilegiada. Siguiendo el planteo feminista de Harding (1996) y Haraway (1991), el punto de vista de las mujeres y de otros sujetos minorizados detentan la posibilidad de otros saberes y conocimientos invisibilizados, que les otorgan una objetividad privilegiada sobre otras visiones de mundo, que responden a interpretaciones dominantes de la sociedad.
¿Cómo viven estos cambios y cómo los significan? En esa confrontación generacional que el adolescente realiza, tienen un repertorio de mejores recursos para aventurar nuevos modos de codificación de los vínculos, en el sistema sexo-género, en el tipo de sensibilidad y modos de relación con los otros. En ese sentido, se considera primordial conocer sus versiones de familia, tentativas de singularización que no siempre logran visibilizarse por el todo social. ¿Cómo viven sus experiencias de lo familiar?
Este artículo se enfoca en uno de los planos en que se compone la cartografía acerca de sus experiencias de lo familiar. En el mismo se desarrolla la construcción que realizan los y las adolescentes acerca de uno de los analizadores (Guattari, 2004; Lourau, 1994) que se hizo presente en el estudio. El concepto de analizador forma parte del conjunto de nociones del campo del análisis institucional, y aquí es retomado como herramienta analítica que permite, en su carácter recurrente y regular, atender las disrupciones en el decir de los entrevistados, hacer visible las dinámicas y sentidos que le atribuyen a lo familiar. Es un concepto bisagra que permitió un itinerario de investigación procesual, y evidenciar la insistencia a nominar familia a las personas con quienes conviven y los lazos de afecto como organizadores de las ficciones de familia.
Al inicio de la investigación, el interés se centraba en investigar familias monoparentales; fue en el encuentro con los participantes que el problema de investigación comenzó a deconstruirse, dejando en suspenso la categoría de monoparentalidad. Esto dio paso a la idea de tránsitos adolescentes, movimientos entre diferentes casas, personas e instituciones que armaban la trama de los cuidados en las infancias y adolescencias de los entrevistados.
A continuación, presentaré los procedimientos metodológicos empleados, así como las características de los y las participantes, y de las entrevistas realizadas. posteriormente se desarrollan los resultados y el trabajo con uno de los analizadores donde se abordan las ficciones y sentidos de familia que los adolescentes construyen. Finalmente, el último capítulo presenta consideraciones finales, que se constituyen en un aporte al estado de la cuestión de lo familiar desde la perspectiva adolescente.
Método
El estudio fue diseñado siguiendo una metodología cualitativa por considerarse la más adecuada para lograr los objetivos propuestos. Se definió que la población del estudio serían adolescentes mujeres y varones entre 14 y 18 años, jerarquizando su lugar de actores y agentes de producción de conocimiento (ver tabla 1 ). Se planteó una convivencia de al menos cinco años con uno solo de los progenitores, ya que se consideró que este tiempo caracterizaría una rutina consolidada. No se excluyeron adolescentes que mantuvieran vínculo con el otro progenitor, y lo que definió su inclusión es el mayor tiempo de convivencia con uno solo de ellos porque el foco de atención pasó a ser el hogar o la situación de monoparentalidad. Se excluyeron adolescentes con discapacidad física, psíquica o intelectual. Se conformó una muestra por conveniencia siguiendo los criterios de inclusión mencionados y por técnica de bola de nieve. La muestra quedó conformada por seis adolescentes que viven con sus madres, es decir, en hogares monoparentales con jefatura femenina. En todos los casos la situación de monoparentalidad se produce luego de la ruptura conyugal de la pareja parental.
Las estrategias del método cartográfico, al decir de Passos, Kastrup y Escóssia (2009) guiaron el trabajo de investigación, sabiendo que para acompañar procesos no podemos tener predeterminado de antemano la totalidad de procedimientos metodológicos a emplear, sino que es clave la apertura a lo que se va produciendo. Desde la perspectiva de Passos & Barros (2009), la cartografía es el trazado del plano de la experiencia que acompaña el movimiento entre conocer y hacer, investigar e intervenir. Desde esta perspectiva se sostiene que la intervención se realiza en la experiencia de agenciamiento entre sujeto y objeto, teoría y práctica en un mismo plano de experiencia donde objeto, sujeto y conocimiento son efectos coemergentes en el proceso de la investigación.
Esto permitió armar un diseño flexible, y generar condiciones para la emergencia de los fenómenos a estudiar, articulando la técnica de historia de vida ( Bassi Follari, 2014 ) con el enfoque cartográfico (Deleuze & Guattari, 2006). Durante el período entre los años 2017 y 2018, se trabajaron seis historias de vida con base en un total de once entrevistas realizadas en diferentes espacios de la ciudad de Montevideo y Ciudad de la Costa. Estas entrevistas fueron transcriptas, realizándose sucesivas lecturas que permitieron editarlas e identificar los primeros analizadores. Las entrevistas se realizaron enfocadas desde un ethos cartográfico como orientador (Tedesco, Sade, & Caliman, 2013), sin pautas preestablecidas para la conversación, sino llaves de apertura a la experiencia de la entrevista. Esto es a sabiendas de que no solo se intercambia información de contenidos y de representaciones vividas por los adolescentes, sino que en los encuentros va coemergiendo un plano en común, donde la escucha se amplió para considerar las pausas, las intensidades, las repeticiones, los afectos en la tonalidad de la voz, que indicaban la experiencia, en el decir de los adolescentes.
Siguiendo el método cartográfico en la entrevista y en su carácter de metodología de investigación-intervención, se optó por compartir la información obtenida en la primera entrevista con los adolescentes, ofreciendo el texto escrito para su lectura al comienzo del segundo encuentro. Compartir la transcripción de las entrevistas se constituyó en un momento privilegiado para que los adolescentes se reencontraran con sus palabras, revisitaran sus historias y comentaran sobre la experiencia. En ese proceso, hablaron los/as participantes, y se esperó el momento propicio para intervenir, si lo veíamos necesario, en el sentido de potenciar la experiencia del decir. Al finalizar las segundas entrevistas, el primer tratamiento fue leerlas y releerlas, luego de su transcripción. Luego volví a escuchar los audios buscando aquellas inflexiones, gestos y matices de la voz. Tomando las experiencias de las entrevistas realicé una primera escritura a modo de edición de las historias de vida, en las que emergieron analizadores que iban modificando el problema de investigación inicial centrado en la monoparentalidad. Los analizadores fueron emergiendo en la acción investigativa, transformando el foco de la pesquisa y deslocalizando al sujeto analizador ( Manero Brito , 2015 ). Esta estrategia se combinó con las técnicas del análisis de contenido categorial, que fue utilizado en la etapa de sistematización del material de las entrevistas, donde los objetivos fueron la guía para identificar códigos iniciales que permitieron su procesamiento a través del software Atlas ti. Se confeccionó una lista de códigos y subcódigos que iban dando cuenta de diferentes temas, así como sus correspondientes citas. La herramienta del Atlas ti facilitó el manejo del volumen de información obtenida en las historias de vida.
En este artículo presentamos el trabajo de análisis en torno a las ficciones de familias que producen los y las adolescentes, acerca de los sentidos que le atribuyen, a quién integran en ellas, y de acuerdo con qué criterios. Siguiendo este propósito se presentan los resultados en función de las respuestas ofrecidas por los participantes: la recurrencia de nominar familia a las personas con quienes conviven, los lazos de afecto como organizadores y los ideales de familia. Los momentos y movimientos de la estrategia cartográfica de análisis dio paso al establecimiento de relaciones y articulaciones entre los temas, códigos y subcódigos con los analizadores. Fue una de las etapas de mayor producción, asumiendo el desafío metodológico de articular y combinar técnicas y procedimientos analíticos.
Consideraciones éticas
En relación con los aspectos éticos se elaboró una carta de consentimiento informado que fue firmada por las madres de los y las adolescentes. Asimismo, se elaboró el asentimiento informado para ser firmado por los propios entrevistados. En dicha carta se presentó el proyecto y se explicitó que la investigadora se hacía responsable de mantener la confidencialidad en relación con la información aportada y que se tomarían los recaudos necesarios para proteger el anonimato de los participantes del estudio. Se entregó una hoja informativa del proyecto a los participantes. En todos los casos tomamos contacto con las madres y, en un caso, con la tía, quedando a disposición para conversar acerca de las dudas o preguntas sobre la investigación. El proyecto de investigación recibió el aval del comité de ética de la investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República.
Resultados y discusión
La denominación ficciones de familia refiere a los relatos que los adolescentes hacen de sus familias, discursos cargados de sentidos y que se sostienen en entramados imaginarios y simbólicos. Bourdieu (1997) utiliza el término “ficciones de familia” para resaltar cómo la ficción construye la realidad que dice describir. Conforme a este planteo, la ficción como acto de nominación es una operación a través de la cual se realiza una construcción social, que, por otra parte, resulta eficaz a la hora de construir sentidos. Siguiendo al autor, las ficciones se realizan de acuerdo con “una especie de ideología política que designa una configuración valorada de relaciones sociales” (Bourdieu, 1997, p. 127) que, en el caso de las familias, se refiere, por ejemplo, a la ilusión de la naturalidad y universalidad de la familia como base de cualquier sociedad humana. Quienes investigamos e intervenimos con familias recibimos como herencias las ideas vinculadas a la institución matrimonial como fundante y sostén de la familia, el parentesco biológico, el lugar de la mujer en tanto esposa y madre, entre otros.
Se verá a continuación cómo los adolescentes ficcionan a sus familias, sus palabras muestran cómo el primer organizador conceptual al que aluden es la convivencia y seguidamente aparecen los lazos afectivos que problematizan la sangre como elemento principal de cohesión e identificación familiar.
Lugares y espacios de lo familiar: casa y convivencia
La entrevista comenzaba con una pregunta abierta donde les pedía que hablaran sobre sus familias. En la mayoría de las respuestas, los adolescentes respondieron haciendo referencia a las personas con quienes viven.
Yo vivo con mi madre y mi hermano...y mi padre nos visita… a veces, y ta (Camila, 15 años).
O en palabras de Patricia de 14 años, que dice:
Bueno, yo vivo con mi madre y un fin de semana de por medio voy a ver a mi padre, que vive con mi abuela; y después, otro fin de semana, voy a ver a mi tía o me quedo en mi casa.
Advierto que en las situaciones donde mantienen contacto frecuente con sus padres lo incluyeron de diferentes maneras, pero cuando no tienen contacto, la referencia al padre no surge espontáneamente.
En todos los relatos la casa es el lugar de la convivencia y en donde se desarrollan las relaciones familiares. En la respuesta de Camila se pone de manifiesto cómo la relación familiar con su padre se construye a partir de las visitas realizadas en el espacio del hogar materno. Es decir que la relación familiar con él está mediada o facilitada por las condiciones que provee el lugar de la vivienda donde convive con su madre. En el transcurso del diálogo se ponen en evidencia otros encuentros con el padre: momentos en que la lleva o la trae de los cumpleaños de quince, o cuando necesita algún material para el colegio. Aquí hay una modalidad de relacionamiento familiar donde los encuentros son puntuales y con metas u objetivos predefinidos. También en la respuesta de Patricia: “yo vivo con mi madre”, aparece la referencia de “mi casa” y otras casas de fines de semana, entre las cuales se encuentran la casa de su padre y su abuela o la de la tía. Antonio comenta que con su mamá y sus hermanos han vivido siempre en el mismo barrio, y que se mudaron una vez, a pocas cuadras una casa de la otra.
Conforme a que se alude a la convivencia en un continuum con la idea de casa y familia, nos preguntamos: ¿qué aspectos de la casa vinculan con los sentidos de familia? Por un lado, decíamos que mencionan la convivencia y, por otro lado, observamos la asociación que establecen entre la idea de casa como imagen asociada a familia. Esto es coincidente con la investigación de Bakman (2013 ) realizada con niños en Río de Janeiro en que se indagaron las concepciones de familia en niños y niñas, encontrándose esta relación entre casa y familia. Entre sus hallazgos se afirma un más allá de la materialidad física de la vivienda, donde la casa evoca ideas de protección y abrigo (Castro cit. en Backman, 2013), y es el lugar donde habita el mundo familiar más allá de conflictos y tensiones. La casa aparece como territorio marcante y significativo para la construcción de la idea de familia, siendo, además, pieza clave de la modernidad para construir la identidad. De hecho, en el pasaje a la modernidad es cuando se acuña la idea de dominio público/dominio doméstico (Colllier, Rosaldo, & Yanagisako, 1997), quedando la familia asociada a este último, con asiento en la casa. Por su parte, Lucas (16 años) expresa cómo la convivencia es el elemento que prima para conformar su idea de familia, poniendo de manifiesto la diferencia entre convivencia y consanguinidad:
Por un lado, está mamá, Marcela [hermana] y yo . . . es que solemos ser nosotros tres siempre, porque a pesar de que está el hermano de mi madre, no lo vemos mucho; y de qué está mi tía por parte de padre, la vemos muy de vez en cuando, que llamamos y decimos si podemos ir y vamos. Pero siempre solemos estar los tres y, en lo posible, siempre es estar unidos para seguir adelante.
La referencia de Lucas a otros familiares con quienes mantiene un lazo biológico nos lleva a pensar que si bien la consanguinidad no aparece en la descripción inmediata de familia, sí es un determinante en relación cona qué entiende por familia.
A partir de las respuestas de los adolescentes advertimos que la idea de familia está asociada a la casa en tanto materialidad física, pero fundamentalmente para hacer referencia al espacio de la convivencia como práctica de vida cotidiana en común. Encontramos que la convivencia, dada por la corresidencia y la cotidianidad como práctica de los quehaceres diarios, son los elementos asociados —en primera instancia— con la idea de familia que aportan los entrevistados. Y salvo en el caso de Pedro que dice “Vivo con mi madre o con mi padre”, todos los adolescentes mencionan en primer lugar las casas donde moran con sus madres. De hecho, tanto Sofía como Antonio no mantienen contacto con sus padres, habiéndose planteado convivencias temporarias que fracasaron por diversos motivos, y que finalmente produjeron un distanciamiento.
Las diferencias entre lugar y espacio que propone De Certeau (2000) nos permiten inteligir cómo las respuestas de los adolescentes se expresan. Un lugar es un orden, dice De Certeau (2000), según el cual se establecen relaciones de coexistencia entre elementos que ocupan un único lugar, que le es propio a cada elemento y que establece una configuración instantánea de posiciones estables. A diferencia del lugar, el espacio es inestable y está animado por el movimiento; son móviles que se entrecruzan, tomándose en cuenta vectores de dirección, cantidades de velocidad y la variable tiempo. En suma, dice que el espacio es el lugar practicado. ¿Qué aportan sus reflexiones al respecto de nuestro estudio? Parafraseando a De Certeau (2000), los lugares en las familias estarían dados y matrizados por el árbol genealógico. En esta suerte de representación de la familia, el parentesco dado por la consanguinidad sería el marcador principal para nombrar lugares en las familias. Posiciones y lugares que son atribuidos y adjudicados en las familias y que no permitirían el movimiento ni la posibilidad de ser ocupados por diferentes personas a lo largo del tiempo. Esta idea de familia con lugares y posiciones definidas a priori no es la que prevalece en las respuestas inmediatas de los adolescentes. Los relatos muestran el movimiento entre casas y, volviendo a De Certeau (2000), muestran el trabajo incesante del pasaje de los lugares a espacios, y de los espacios a lugares. Salvo como decíamos para el caso de Sofía y Antonio, en los relatos de los participantes se constata la circulación de los/as adolescentes entre las casas de la madre, el padre y otros cuidadores adultos. La idea de tránsito habla de movimientos y encuentros que no necesariamente existían cuando convivían madre y padre en la misma casa. La referencia a la casa, a las personas con las que se convive y comparte un mismo cotidiano son una muestra de cómo se abren paso sentidos de familia, como espacios de prácticas cotidianas y de convivencia, en los que se mantiene la tensión entre los agentes que componen los lugares adjudicados en una familia tradicional: madre, hermanos, tíos, abuelos, y que no necesariamente conviven juntos. La idea de espacio familiar permite ver cómo se pone en juego el estar y hacer familia en el encuentro, en el verse, y, al decir de Lucas, “estar unidos”. Es también el espacio que menciona Antonio cuando habla de una red familiar extensa localizada en el mismo barrio y por la que transita cotidianamente, o en los tránsitos que recuerda Sofía de modo fragmentado, por diferentes casas con su madre y hermana “siempre solas, siempre nosotras”, y a pesar de haber convivido años con la pareja de su mamá.
Si por una parte vemos cómo las realidades familiares de las que hablan nuestros entrevistados concuerdan con las asociaciones entre familia-casa y convivencia, por otra parte, no hablan de una única casa, sino que hacen uso de esta imagen de un modo diferente, no necesariamente anclada a una materialidad física, sino a un espacio simbólico e inmaterial. Si bien la imagen de casa se mantiene en las ficciones de familias, no se sostiene desde los valores de la intimidad o desde un lugar de autoridad dada por el padre, o definida a través de contornos fijos o estables a lo largo del tiempo.
Pedro (16 años) tal vez retrata bien este aspecto de los cambios, mostrando el ejercicio de una práctica cotidiana, que es también imagen en movimiento entre dos casas: una en la que está con su madre y su hermano, y la otra casa a donde va con su padre. Es el único adolescente que menciona la casa del padre con este término, y esto lo atribuyo a que mantiene una convivencia más intensa con el padre, ya sea por la frecuencia de los contactos, como por la intensidad afectiva de estos:
Hay días que estoy con mi madre y mi hermano y ponele…que dos o tres días a la semana me voy con mi padre (Pedro).
Esta afirmación, reiterada por Pedro, resalta el tránsito entre dos casas-familias-convivencia, que muestran, más allá de los lugares y posiciones en las familias, el movimiento y las prácticas que conforman el espacio familiar (De Certeau, 2000). Vemos cuán lejos estamos de la idea de una autoridad familiar única encarnada en el hombre que mencionan las definiciones de familia de otrora, lo que es un elemento común para todos los entrevistados donde las jefas de hogar son las mujeres-madres. En el caso de Pedro, la constante es el movimiento entre una casa y la otra, de circulación permanente, lo que caracteriza la práctica de su espacio de lo familiar. Es una experiencia que nos acerca al concepto de “desanclaje” que plantea el sociólogo inglés Anthony Giddens (2004) cuando aborda las transformaciones de la modernidad y sus connotaciones en la constitución del yo. Si bien la familia habría sido circunscripta al espacio privado de la casa en tanto hogar, en la segunda modernidad —así denominada por Giddens (2004)— se genera una transformación en los vínculos y relaciones entre sus integrantes, donde se produce lo que él denomina desanclaje para dar cuenta de la superación de las constantes de tiempo y espacio en las experiencias de vida social. En diferentes momentos de la entrevista las palabras y la experiencia de Pedro se vuelven muy elocuentes en este sentido, ya que la familia parece ser, parafraseando a Giddens (2000), una actividad social que incluye la residencia y el lazo biológico, pero que también las supera.
Para mí cambiarme de casa es una mudanza que hago todas las semanas pero que ya ni me molesta, ya agarro la mochila, la lleno de cosas, agarro otra mochila, la lleno de cosas, me cargo y voy. Y así siempre . . . (Pedro, 16 años).
Las experiencias y prácticas cotidianas de familia relatadas por los adolescentes dan cuenta de cómo la casa, aunque es referida en sus respuestas como el lugar de la vida en común, no estaría siendo utilizada en el mismo sentido en que fue acuñada como lugar de construcción de lo privado, en contraposición con el ámbito de lo público. A las ideas tradicionales de familia como grupo de personas que viven juntas, los adolescentes añaden otros sentidos relacionados con una práctica del cotidiano, más que al lugar concreto donde se desarrolla.
Como de la familia: los lazos del corazón/lazos de afectos
Otra de las formas en que se presenta la familia es a partir de los lazos afectivos. Si en las primeras respuestas los adolescentes mencionaron la casa y la convivencia, veíamos cómo, luego, se presentaba a su padre —cuando había relacionamiento con él—, así como tías, abuelas, abuelos y demás integrantes de la red familiar biológica. A medida que avanzamos en la conversación, mencionan a otras personas con quienes han generado vínculos afectivos durante la infancia, donde se mezclan emociones, recuerdos y anécdotas de vida compartida. Las prácticas cotidianas muestran, una vez más, cómo se establecen relaciones con otros referentes adultos con quienes no tienen lazos de sangre, pero que marcan lugares y espacios de lo cotidiano durante la infancia. ¿Son consideradas de la familia para los adolescentes?
Cuando me dicen familia yo pienso en la gente que te dije; si me dicen toda tu familia, pienso en otra gente; y si me dicen familia más como mía, de corazón, pienso en ella (Pedro, 16 años).
El concepto de familia toda aparece complementado por aquellas personas con quienes se producen relaciones afectivas próximas y que son denominadas como “familia del corazón”, refiriéndose del siguiente modo a ellas:
Era alguien que me iba a cuidar, pero como me cuidó desde que yo nací hasta hace un año y medio . . . O sea, no cuidaba, me cuidaba y también limpiaba en la casa. Entonces para mí es como mi abuela, para mí sí es como mi familia, pero no tan familia (Pedro, 16 años).
Es un vínculo que se mantuvo a lo largo de toda su vida, donde los cuidados estaban dirigidos hacia él durante la infancia y hasta hace un año y medio. La posición que ocupa la palabra “me” en la oración le confiere un uso gramatical de pronombre personal, no es que la señora cuidaba en general, sino que “me cuidaba”. La acción de los cuidados dirigida hacia él durante tantos años le da una connotación de relación familiar. Sin embargo, luego de afirmar que era parte de su familia de corazón, acota “es como mi familia, pero no tan familia”. Nos preguntamos, ¿será que la ficción que prevalece es la de familia como vínculo de sangre? Es interesante ver cuál es el cuestionamiento implícito que se hace para definir el gradiente de “como mi familia, pero no tan familia”. ¿Será que el hecho de no contar con la misma sangre pone en cuestión este aspecto de la integración familiar? ¿O las diferencias pueden pasar por la clase social o por cuestiones culturales, que no permiten pensar en ella como las otras personas de su familia? Resulta notable la denominación de familia del corazón, y se puede decir que la presencia sostenida de una práctica de cuidados durante años, aun cuando se trate de una tarea de cuidados remunerada, va generando una intimidad afectiva al punto de otorgarle un lugar en su genealogía afectiva, un afecto que Pedro dice: “Yo lo sentía y ella lo manifestaba”.
También Lucas habla de su abuela del corazón, que reunía a un número pequeño de niños en su casa, al modo de las antiguas nodrizas o de las actuales casas de cuidado comunitario que se impulsan desde el Sistema Nacional de Cuidados (2014) en Uruguay. En los casos de Lucas y Pedro, ambas mujeres cuidadoras son llamadas abuelas del corazón, recordando con afecto y ternura situaciones de la vida cotidiana en que fueron sostenidos y acompañados en distintas actividades. La expresión abuelas del corazón habla directamente de la fuerza del afecto y del amor, nombrándolas abuelas, que es el lugar que ellos conocen, mujeres que han estado presentes en sus infancias y con quienes convivieron intensamente, y a quienes ubican como abuelas en sus genealogías. Con ellas mantienen vínculo hasta la actualidad, en el contacto por fechas especiales como el cumpleaños, o mencionan visitas esporádicas a sus casas. El abuelazgo es el nombre que le confieren en el sistema de parentesco, el cual se construye a partir de la carga afectiva puesta sobre los cuidados recibidos a lo largo de un periodo de sus vidas. Un punto interesante es observar cómo la composición familiar autoidentificada por el adolescente puede variar a lo largo de la vida, mostrando un carácter dinámico. No solo abuelas y abuelos biológicos son mencionados en algunas respuestas, sino también sus exparejas, con quienes han establecido lazos de afecto. Patricia y Pedro mencionan, al respecto, que conservan un vínculo de afecto con quienes compartieron tiempos de sus infancias.
Y mi abuela estuvo casada con un hombre que es como mi abuelo, que es el que es el dueño del campo allá en xxx, donde yo vivía; que vivía cuando estaba mi abuela, estaba mi padre, y uno de mis tíos, que vivían ahí para trabajar. Y después creo que cuando se separaron yo me mudé o no sé cómo fue. Pero igual es como un abuelo para mí (Patricia, 14 años).
Por otra parte, llama mucho la atención que, aunque en algunas conversaciones mencionan espontáneamente a las parejas de sus madres o padres, no los integran a sus familias y nos preguntamos a qué se debe esto. En casos como los de Antonio y Sofía, existe una connotación negativa en el relacionamiento que podría estar justificando su no referencia. Para Antonio fue muy dura la convivencia con una pareja de su mamá, dadas las discusiones recurrentes en la pareja, e incluso con él y sus hermanos. En el caso de Sofía se produjeron situaciones de violencia doméstica y abusivas hacia ella y sus hermanas por parte de la pareja de su mamá, motivo por el cual la situación se judicializó y el señor fue encarcelado. Pero en otras situaciones no tan extremas, y donde ha habido convivencias temporarias, la pregunta planteada es ¿a qué se debe la omisión? ¿Qué nombres tendrían estas parejas dentro de la terminología que ofrece el parentesco tradicional? La nominación tradicional de estos lugares fue madrastra y padrastro, con la connotación negativa que conllevan. Esto se fue transformando en “la pareja de…”, es decir, el vínculo es con el padre o la madre, pero no con ellos. Hay un pasaje de la nominación tradicional a otra que da cuenta de cierta ajenidad en el vínculo para quien la nombra. La interrogante aquí es si el hecho de contar con una palabra para designar a este abuelo no biológico facilita su integración y también qué nuevas palabras o nuevos sentidos a viejas palabras se están produciendo en estos arreglos familiares.
En la situación de Camila, cuando le preguntamos por la pareja de su mamá, ella responde:
¿Si considero a las parejas como parte de la familia? Sí, pero no . . . bueno, por un lado los considero, pero no son como . . . como no conviven no lo considero como una familia, pero obvio, tengo muy buena relación también.
Si bien fue una pregunta abierta acerca de la relación que ella establecía con las parejas que había tenido su mamá, la respuesta de Camila es dubitativa, ella habla de buena relación, pero no de afecto, y marca la diferencia con la familia de sangre. Por otra parte, es la misma adolescente quien menciona el vínculo de padrinazgo como parte de lo familiar en tanto relación de cercanía y proximidad en la relación afectiva:
Luego, por ejemplo, el ahijado de mi hermano es el hijo de una que trabaja ahí. ¡A esa relación llegamos! . . . es hijo de una de las que trabaja ahí, es una funcionaria.
Aquí vemos cómo el repertorio de palabras, para nombrar a diferentes personas que integrarían lo familiar, requiere no solo descifrar los nuevos sentidos otorgados a viejas palabras, sino también de la invención en tanto forma de nombrar relaciones familiares. En este caso, para hacer referencia a las personas con las que convive en el colegio al que concurre desde edad preescolar y donde pasa más de ocho horas diarias desde ese momento de su vida.
Ideales y sentidos de familia
“¿Y qué te parece a vos que constituye una familia? . . . ¿Qué es importante que haya en una familia? ¿Qué cosas tienen que haber en una familia para decir: esto es una familia?”. Frente a estas preguntas, los adolescentes responden con la referencia a distintos afectos, emociones y estados de ánimo que dan cuenta de una ficción de “familia buena”, producto del ideal social y cultural acerca de las bondades de la familia. Es importante diferenciar las primeras respuestas que ofrecen acerca de cómo son sus familias de estas respuestas que muestran aspectos relacionados con la subjetivación que realizan acerca de ellas y que hacen parte del modo en que nuestra sociedad organiza los sentidos y significaciones en torno a las familias.
Y si una persona está contenta con otra, y no importa si es el padre, el primo o el tío . . . Si yo viviera por ejemplo con mi tío, mientras yo estuviera contento en ese lugar y sé que estoy bien ahí, ya está, eso es una familia (Antonio, 16 años).
Las palabras de Antonio son contundentes: la familia como espacio donde se está a gusto, habitado por la alegría. Lo que prima es el estar en familia, como estado particular donde el encuentro se produce en la alegría; donde no importan los lugares predefinidos de padre, primo, tío, sino que es el lugar del afecto el que activa las relaciones familiares en este sentido. Si bien en su discurso cumple con dar respuesta a este ideal de familia buena, el tono afectivo de sus palabras es de tristeza, así como el relato de muchas de las circunstancias por las que han atravesado junto a su madre, hermanos, tíos, primos y primas. Por lo que las prácticas de familia muestran una distancia con sus dichos y la aspiración de un ideal de familia.
También Sofía, para quien las relaciones familiares no han sido sencillas y a lo largo de los años ha tenido gran movilidad residencial producto de diversos conflictos intrafamiliares, responde:
Compañerismo, apoyarse el uno al otro, ayudarse porque a veces uno no tiene y el otro puede tener, y cuando el otro no tiene vos lo podés ayudar. Y ta, y el amor, porque principalmente es amor.
Lucas, por su parte, habla de estar unidos y de la ayuda mutua como aspecto necesario para llevar adelante la familia. Dice: “siempre tiene que haber una ayuda mutua entre todos”, y agrega que “lo principal, según mamá, es trabajar en comunidad . . . y para eso tiene que haber comunicación, porque si no hay comunicación no hay nada, estaríamos los tres por nuestro lado, mi madre hace tal cosa y yo y mi hermana por otro”.
La unión entre los integrantes de la familia es un elemento que coincide en el relato de Pedro, encontrando en los espacios reducidos el aumento de la potencia familiar. Por ejemplo, en la actualidad comparte un cuarto pequeño con su padre y su hermano:
El cuarto de mi padre es como este, y tenemos un cuarto un poquito más grande para mí y para mi hermano, que era como provisional, era cuando mi padre tenía que venir, la idea era quedarnos siempre en Punta del Este, pero no salió, y ahora dormimos en un cuartito así todo apretado, pero me gusta.
Hasta aquí se ve cómo las ideas centrales que organizan a la familia son de carácter positivo ligado a los afectos como el amor, los estados de ánimo y emociones de alegría, así como valores de unión, comunicación y ayuda mutua. Constatamos que, en muchas situaciones, sus respuestas aluden a un imaginario deseado donde se depositan afectos y emociones en positivo, más que a uno real de las prácticas cotidianas. Pero aquí lo curioso es que en ninguna de las respuestas se alude a un modelo ideal en términos de configuración o arreglo de convivencia determinado, sino que el énfasis está en los afectos y las emociones como organizadoras de lo familiar. Los adolescentes reconocen distintos tipos de familia, con relacionamientos y configuraciones familiares diversas, y donde las situaciones nunca son iguales. Esta variabilidad en la composición familiar, por número o tipo de integrantes no sería un elemento definitorio en sus ideales, primando los afectos y cualidades positivas de relacionamiento.
En síntesis, los sentidos que los adolescentes otorgan a sus ficciones de familia son los lazos de convivencia y los lazos afectivos. Con estos sentidos organizadores responden y construyen sus experiencias de familias. Estas respuestas muestran que las concepciones de familia no son naturales ni universales, sino que están fuertemente atravesadas por circunstancias sociales, históricas, políticas. En el caso de los adolescentes que formaron parte de la investigación, la institución matrimonial, otrora fundante de la familia, es una realidad que conocieron siendo muy pequeños, ya que vivieron con ambos padres los primeros dos o tres años de sus vidas; a pesar de esto no consideran que la configuración matrimonial de las familias sea un elemento que consideren faltante. Cuando dan cuenta de los ideales de familia hablan de la alegría, la unión, el estar bien, pero no mencionan a la familia nuclear. Esto es un elemento no menor, ya que es parte de los nuevos modos de codificar la diversidad familiar. También lo es ver las formas en movimiento, no estabilizadas, aspecto que se visualiza en cómo sus respuestas acerca de qué es o hace familia es dinámico y va variando en su configuración a lo largo de sus vidas.
Conclusiones
Se concluye que los organizadores a través de los cuales los/as adolescentes ficcionan sus familias tienen que ver con los lazos de convivencia y afectivos. Las/os adolescentes no denominan a sus familias como monoparentales y tampoco las perciben de este modo, sino que esta es una categoría que remarca aspectos que no son prioridades para ellos, en otras palabras, se trata de una categoría analítica y no una categoría émica.
La cartografía se mostró como método pertinente para la práctica de investigación en psicología, permitiendo articular la investigación con la intervención e incorporar el concepto-herramienta de analizador, para el trabajo metodológico de análisis. En particular el manejo cartográfico de la entrevista habilitó la escucha y acompañamiento a los participantes en el proceso de construir sus narrativas acerca de la experiencia de lo familiar. Para algunos de los/as adolescente permitió un pensar sobre sí mismos, para otros se trató de sistematizar acontecimientos y/o verse en la perspectiva de la interlocución.
Las entrevistas muestran que sus experiencias están atravesadas por circunstancias vitales y situadas, aludiendo, de esta manera, a configuraciones móviles y modos de codificar la diversidad familiar no estabilizadas y dinámicas a lo largo de sus vidas. Aparece la referencia a la casa como materialidad física, pero, fundamentalmente, como espacio de la práctica cotidiana de la vida en común. Refieren a los hogares en que habitan con sus madres, en primer lugar, cuando de familia, casa y convivencia se trata. Son las mujeres-madres quienes están al frente de los hogares y en quienes recae la mayor carga de cuidados del cotidiano. La consanguinidad, otrora definitoria de familia, está presente y marca una frontera de pertenencia y un “como de la familia”, donde los lazos de afecto hacen su trabajo de producción. Si bien no se anulan las posiciones y lugares en el árbol genealógico que confiere la sangre por sí misma, lo que está jerarquizado son los lazos de afecto. Por eso aparecen con énfasis familias del corazón, integradas por cuidadoras que son abuelas del corazón, así como exparejas de sus abuelos o de sus tíos. Además de los parientes de la familia extensa consanguínea, hay familia que se apoya en los afectos, producto de una práctica cotidiana compartida y sostenida en el tiempo. Sus referencias a la casa, a la convivencia, al cotidiano y los lazos afectivos, ponen de manifiesto sentidos de familia como espacios de prácticas cotidianas y de convivencia, manteniéndose la tensión entre los agentes que ocupan lugares asignados en una familia tradicional: madre, padre, hermanos, tíos, abuelos y que no necesariamente viven juntos. Las formas en que hacen alusión a casa y familia se acercan más a la idea de espacio, donde se juega un estar y hacer familia, y al decir de uno de los adolescentes: “estar unidos”. Los relatos muestran el trabajo incesante del pasaje de los lugares en espacios y de los espacios en lugares. Por lo cual las familias son vivenciadas más como procesos y prácticas situadas, que como configuraciones predeterminadas. Estas ficciones de familias interpelan las construcciones identitarias acerca de lo familiar, que postulan modelos únicos que niegan la diversidad de lo familiar.
Las conclusiones a las que arriba el estudio confirman la importancia de que los métodos de investigación que involucren adolescentes promuevan su participación y reconocimiento como actores, agentes de conocimiento y sujetos de sus propias vidas. En ese sentido, se propone una investigación con adolescentes, siendo la preposición con indicativa de la relación que establezco, y, por tanto, de mi posicionamiento ético como investigadora. A sabiendas de que los procesos producen movimientos en quien investiga y en los sujetos de investigación, se sugiere una actitud ética que acompañe el movimiento de la producción adolescente. Se plantea un campo para la investigación futura, donde proliferan nuevas preguntas acerca de las articulaciones posibles entre los sentidos de familia, las prácticas parentales y de cuidados. Las preguntas suscitadas por el estudio exceden el alcance de este manuscrito y desbordan sus objetivos, quedando abiertas para futuras investigaciones.
Resumen:
Introducción
Método
Consideraciones éticas
Resultados y discusión
Lugares y espacios de lo familiar: casa y convivencia
Como de la familia: los lazos del corazón/lazos de afectos
Ideales y sentidos de familia
Conclusiones