La recolección, entendida como el ejercicio de buscar, recoger y cosechar distintas raíces, hojas, semillas, algas y pequeños moluscos de orilla, mantiene su vigencia en las cocinas del siglo XXI, ya que seguimos cocinando y comiendo un buen número de alimentos provenientes de la recolección. El origen de estos alimentos puede ser directo o transitar por una larga cadena de intermediarios que suman valor a los productos, pero también alejan al consumidor del valor cultural de esta práctica. En este sentido también es invisibilizado el rol de las mujeres recolectoras, quedando así supeditada la transmisión de estos saberes al plano familiar y doméstico. Al ser una práctica intrínseca a los territorios, reconocemos en la recolección saberes y valores compartidos, los cuales carecen de documentación e investigación a nivel territorial. El siguiente texto describe la metodología y los principales resultados del proyecto “La recolección: valorización de una práctica cultural”.